×08×

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Esto solamente es un sueño grande y feo. Me golpeé la frente con la mano y lancé un grito de dolor, me convencí de que no estaba soñando. Miré hacia arriba y vi a mi jefe que me miraba con una ceja levantada, mientras el hombre con su equipaje dejaba todo en el centro de la sala.

–¿Has terminado ya? –Me mordí el labio y me enderece.

–Lo siento, sólo estoy un poco sorprendido.

–Así estaba yo cuando llegué a casa y estaba todo horriblemente carbonizado. –Rodé los ojos. Dramático.

–Y una vez más lo siento por eso. Pero ¿es realmente una buena idea que te quedes aquí... conmigo? –¡Con tu condenado secretario! Cruzó los brazos sobre su pecho y luego me di cuenta de que no estaba en un traje. Un suéter beige sencillo y un par de jeans oscuros le daban un aspecto simple y, me atrevo a decir, no como un imbécil.

–Ya he explicado que esta es la solución libre a mi problema. A menos que estés dispuesto a darme el pago inmediato de los daños a mi casa.

–¿Cuánto?

–18 millones de won sin incluir los muebles. – ¡Bueno, entonces eso lo cambia todo!

–¡Bienvenido a casa Jefe!

–¿En dónde está tu habitación? –Incliné mi cabeza hacia un lado y señalé la puerta a su izquierda.

–Es la única habitación en el apartamento. Pensé que tal vez tú...

–Bien entonces. Voy a esperar aquí hasta que la limpies y guardes tus cosas personales. –¡Es mi maldito apartamento! ¡El lugar en si me pertenece!

–P-pero, yo... –Me detuve cuando el flash de 18 millones de won pasó por mi cabeza.

–¿Sucede algo, Wooyoung? –Ahora estaba sentado en mi sofá, con una pierna cruzada sobre la otra. Si las cosas no estuvieran sucediendo de esta forma, entonces habría lo encontrado increíblemente sexy.

–No, ya regreso. –Corrí a mi habitación y cerré la puerta. Mirando a mí alrededor, se me ocurrió que un poco de orden ayudaría. Volví mi atención a mi cama que era una maraña de sábanas y mantas. Rascándome la cabeza, de mala gana comencé a enderezar las cosas y cambiar las sábanas y fundas. Cuando me di cuenta que me faltaba una almohada, me volví y encontré a Sam descansando en la parte superior de una de las almohadas que había en el suelo.

–Vamos, dámela. –Me miró por un momento antes de levantar la cabeza para que pudiera recuperar la almohada. La amoldé y cambié la funda. Una vez que la cama estaba decente, caminé por el pasillo y tiré la ropa sucia en la lavadora y añadí jabón. Caminé de vuelta y lo vi todavía sentado allí, ahora jugando con su teléfono. Solté un bufido y rodé los ojos.

Mocoso tacaño. Quedándose con su empleado obviamente pobre sólo porque no quiere gastar dinero en un hotel. Entonces me recordé que yo había destruido su casa de dieciocho millones de wons, sin incluir el amueblado, y que era justo que se quedara conmigo.

–¡Pero no es justo!

–¿Perdón? –Vaya, lo dije en voz alta.

–Nada. Um, ¿puedo traerle algo de beber? –Bueno, no más pensamientos en voz alta para mí.

–Una botella de agua estaría bien. Oh, y sería de gran ayuda si llevas mi equipaje a tu habitación. Me gustaría desempacar un poco antes de ir a correr. –Me mordí la lengua y fui a la cocina a buscar una botella de agua. Se la entregué y luego me acerqué a su equipaje. Traté de tomar el primer bolso y casi caigo al suelo. ¿Qué demonios llevaba, ladrillos?

Con todas mis fuerzas, arrastré el bolso hasta mi habitación que tristemente se convertiría en su habitación por Dios sabe cuánto tiempo. Me senté a los pies de la cama y estaba a punto de salir de la habitación hasta que mis ojos vieron el espejo. Horrorizado, miré mi reflejo. Cabello despeinado, ojos hinchados por el sueño, mi camiseta colgando de un hombro y mis boxers...¡mis boxers! Oh Dios, mi jefe me vio en mi ropa interior. Podría haberme desmayado allí mismo. Lo que me impidió hacerlo fue su imponente voz preguntando: "¿Ya terminaste?" ¡Aish!

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Vestido con más ropa de la que preferiría usar en un domingo en casa, me acosté en el sofá mirando la televisión con poco interés. El Sr. Demonio saludable había salido a trotar hace treinta minutos después de acaparar mi cuarto de baño por un récord de treinta y cinco minutos. Suspiré y tiré mi pierna sobre el borde del sofá.

–Trabajo como un esclavo y ahora ni siquiera puedo tener paz en mi casa. Querido Buda ¿Qué error cometí?

–¿Siempre haces eso? –Asustado, casi me caí del sofá. Miré hacia arriba y vi la causa de mi desdicha parado en el umbral. Me aclaré la garganta y desvié la mirada.

–No, no todo el tiempo. ¿No te hablas a ti mismo alguna vez? –Se sacó los audífonos de la oreja y se los guardó en el bolsillo.

–No, voy a tomar otra ducha. –Gracias por el aviso. Suspiré y me entregué al sofá, enterrando mi cara en uno de los cojines. Debo familiarizarme con mi nueva cama. Estaba a punto de iniciar una siesta hasta que oí un fuerte ladrido seguido de un "¿qué diablos?"

–Oh sí, debería haberle dicho que tenía un perro. –Me levanté del sofá y me dirigí a abrir la puerta del dormitorio. Hubo dos cosas esperándome que no esperaba ver. La primera fue a mi jefe de pie en medio de mi cama agarrando su ropa interior y la segunda fue mi perro sentando cómodamente en la parte superior de una de las maletas.

–Esa cosa estaba sobre mi equipaje. –Ah, mi buen Sam. Acerqué mi mano a Sam y le hice señas para que viniera a mí. Sorprendentemente, vino de inmediato y se sentó a mis pies.

–Lo siento, no te lo dije. Este es mi perro Sam. Sam, el es mi jefe el Sr. Choi. –Me agaché y levanté la patita de Sam, como si estuviera saludando. Al Sr. Demonio no le hizo gracia.

–Adorable. Ahora bien, si no te importa me gustaría tratar de escoger mi ropa sin ser bombardeado por esa cosa. –Es un perro, genio. Me encogí de hombros y dejé que Sam saliera de la habitación.

Hm, bueno, al menos debo tratar de divertirme un poco para mantener mi cordura.

del~

𝔡𝔢𝔳𝔦𝔩 𝔟𝔬𝔰𝔰 •𝘀𝗮𝗻𝘄𝗼𝗼•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora