Prólogo

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La chica en la celda

Cada día, al amanecer, y durante apenas unos segundos, podía apreciar unos finos destellos de luz colarse entre las rejillas, eran tenues, cálidos, capaces de iluminar, aunque no del todo, esa celda oscura que sin así quererlo, se había vuelto mi hogar.

Todas las mañanas quedaba maravillada con aquella escena frente a mis ojos, era algo simple sin duda, pero, con el correr del tiempo fue más sencillo aprender a conformarme con esto que, añorar algún día, ser libre.

Supongo que tras décadas encerrada, en algún momento... me rendí.

Un ser humano egoísta, y ensimismado en su propia creencia.

Monstruo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora