15 de septiembre de 2019
—Lo único que puedo decir es que no fui cómplice del asesinato- asentí al inspector Ferkin. Mentí. Claro que mentí. ¿Cómo iba a saber que todo lo que comenzó como un romance veraniego iba a joderme la vida en tan solo cinco meses?
Escuchaba como mi debilitado corazón latía fuertemente. Nunca me había metido en líos, siempre había sido una alumna, hija y amiga de diez. La verdad es que tampoco me lo podía permitir, mi madre era profesora del colegio en el que cursé todos los años, desde guardería hasta segundo de bachillerato, y quieras o no eso te obliga a dar una buena impresión. Pero de todas formas en el resto de los ámbitos como acabo de decir me consideraba una muy buena chica.
Intentaba ocultar lo nerviosa que estaba fingiendo una sonrisa, pero al de unos segundos de gestionar lo que mi cara estaba mostrando al inspector me di cuenta que no había ninguna razón por la que sonreír, así que me decanté por tocarme el pelo. Sabía perfectamente que se iba a seguir notando pero apenas me corría la sangre por el cuerpo, estaba paralizada. Sentía un enorme dolor en el pecho y me caían gotas de sudor por la frente. Tragaba saliva de forma brusca. Estaba agobiada, la sala de interrogatorios era relativamente pequeña con cuatro bombillas incrustadas en el techo, una mesa y dos sillas. Ferkin a su derecha tenía una caja de pañuelos para sonarse, supuse que la gente solía llorar en esa sala del terror. Yo estaba sentada enfrente de un cristal teñido.
—Sarah, ¿está dispuesta a contestar a algunas preguntas?—me preguntó el policía.
—No, ya he dejado claro que no sé nada de lo que pasó y mucho menos fui cómplice—respondí yo. Volví a mentir. Mentir a la policía está mal, dile todo lo que sabes, eres mala persona..etc eran los pensamientos que mi subconsciente no paraba de repetirme. Joder. No puedo más, necesito llorar pero es que una parte de mi me lo impide. Eso haría dudar mucho al inspector. Parece que siente culpabilidad por algo, ¿Quiere contarnos algo Sarah?, es lo único que espero de él si rompo a llorar. Aguanta más. Tú puedes. De pronto cuando todo parecía no tener salida ninguna se escuchan gritos detrás de aquellas paredes y gente corriendo por el pasillo.
—¡Detenedla!—gritó un hombre. Su voz era grave y parecía exhausto. Estaba segura de que se trataba del policía anciano y corpulento que se encontraba en la entrada de la comisaría vigilando.
El inspector que se encontraba conmigo me miró fijamente a la vez que se levantaba de la silla.
—Discúlpeme un momento Sarah, voy a ver que es lo que pasa fuera—dijo Ferkin. No pronuncié palabra, solo asentía con la cabeza. Esperaba que dejase la puerta abierta para enterarme de lo que estaba ocurriendo. La dejó medio abierta.
—John, ¿de qué se trata?— le preguntó el inspector al hombre encargado de limpiar los pasillos.
— Una de las señoras que estaba en la sala de espera se está volviendo loca, quiere encontrar a su hija— respondió el hombre que rondaba el medio siglo y de raza blanca mientras continuaba barriendo el suelo. Me quedé pensando, una mujer buscando a su hija... ¿Podría ser mi madre?. Claro que sería ella, le dije que estuviese tranquila que no contestaría a nada, tal y como habíamos quedado. Los gritos cada ve se escuchaban más cerca. El inspector continuaba hablando con John, yo solo miraba al suelo porque me imponía mucho mirar hacia la cámara que se encontraba grabando justo en frente de mi cara, un rostro muy poco agradable, estaba cansada y desanimada, llevaba mucho tiempo sin dormir bien y eso se reflejaba en aquellas ojeras oscuras y mi pelo castaño despeinado.
—¡Sarah! ¿Dónde estas?—, era mi madre, no pude evitar sonreír. No me lo podía creer, la verdad es que lo supuse cuando escuché a aquel buen hombre hablando con Ferkin. Este se despidió de John y a continuación, se dispuso a meterse de nuevo en la sala de interrogaciones en la que yo me encontraba retorciéndome nerviosa en la silla porque sabía que al otro lado de esta claustrofóbica sala estaba mi madre, recorriendo los pasillos de arriba abajo desesperada con miedo de que me pasase algo (y a que diga algo que pueda perjudicarnos). No debería de preocuparse tanto por mí, he sido una buena hija pero no merecía su ayuda.
De pronto, un pie con una sandalia evita que la puerta se cierre, esta se abre y entra mi madre. ¡Por Dios que aspecto tan espantoso! Pensé, ya le había visto en casa pero en el ámbito familiar llevar esas pintas no estaba tan mal, pero nunca le había visto a mi madre con semejantes trapos. Llevaba una camisa blanca con unas mallas azul marino y las sandalias que llevaba a la playa. Su pelo estaba sucio y se notaba que no se había desmaquillado anoche, normal, con la noticia que le llegó de su "hija perfecta". ¿Qué será de su reputación? ¿ Y la del colegio? Ya me imagino los titulares de los periódicos." Alumna del colegio St. Thomas es detenida por presunto asesinato". Mi madre, una de las profesoras, será despedida y si gracias a Dios no ocurre eso tendrá que someterse a exhaustivos interrogatorios por parte del alumnado, profesores y periódicos.