Prólogo

3 1 0
                                    

La vida no es tan complicada si tienes el poder absoluto de dominar tu camino, el mío lo manejo a mi beneficio, la mafia es mi aliada hacia mi avaricia, el amor es  segundo plano, si no fuera por mi desgraciado pasado no sería lo que hoy en día soy una mujer dominante. Si me tengo que acostar con hombres para conseguir enamorarlos y luego matarlos lentamente, los seductores caen rendidos a mis pies, ahora ¿quién es el seductor ahora? Deshacerme de ellos es tan sencillo. Hasta me llega aburrir que sea tan fácil, una mujer como yo que usa sus encantos, su cuerpo para que los idiotas me hagan firmar un documento donde me heredan todo sin importar nada.
Amo los efectos de la droga combinado con lujuria ese es la mejor arma para un buen asesinato; tan satisfactorio como el vino con un solo sorbo se deleita mi paladar, un sabor agridulce tan placentero que una noche de sexo.
Hace años atrás, aquella niña tan inocente fue locamente violada por un maníaco, en ese entonces estaba tan enferma de amor.
Sin embargo, todo eso cambió desde ese día.
Conocí a un hombre tan guapo y honrando, me miraba por los pasillos mientras habla con mi padre, las miradas eran tan profundas, las llegue un momento evitar, hasta aquel día en el jardín me sorprendió con una rosa en la mano, me tomó mi muñeca y la besó, ese beso me  sonrojo, él se río  - ¿Qué hace esa bella dama aquí? – preguntó de manera juguetona, no respondí, desvió aquella mirada que me  incomodaba y a la vez me sentía tan nerviosa, quite mi mano rápidamente de la suya y corrí hacia mi habitación, el solamente gritó - ¿te sientes mal? ¿Te lastime? – mi corazón se aceleró y reía mientras corría pero me tropecé con el licenciado de mi padre, su mano derecha.

- ¿Le pasó algo señorita? – preocupado

- No – respondí nerviosa, lo empujé y corrí, no podía dejar de reír.

Cerré la puerta rápidamente, mire hacia la ventana, estaba él mirando cada rosa, se veía concentrado, levantó su mirada hacia la ventana de mi habitación, rápidamente cerré las cortinas, parecía una tonta, una sonrisa aparecía en su bello rostro. Mi hermana lo llamó, ella es tan guapa, sus hermosos ojos azules, su cabello castaño y su piel pálida enamorada cualquiera. Su parecido físico a mi era evidente pero lo que nos diferencia era nuestra propia manera de ver la vida, la personalidad y el color de ojos, los míos era cafés claros. Muchos quedaba encantados de la belleza de mi hermana.

Abrí la puerta de habitación y me encontré platicando a ese chico con mi hermana, los miré con los brazos cruzados y di la vuelta para entrar de nuevo, me detuve, giré y caminé hacia la sala sin importarme con quien estaba, baje las escaleras rumbo a la cocina por una taza de café y un postre de mi nana que preparó en la mañana, mi madre tenía la mirada penetrante hacia mi,  jale la silla, me senté en silencio, llamé a mi nana.

- Mi niña ¿En qué te puedo ayudar? – exclamó dulcemente

- Una taza de café y sobre todo el delicioso postre que me mencionó en la mañana. – respondí juguetona.

Mi nana sonrió y se dirigió hacia la cocina, mis manos estaban inquietas, bajo de las escaleras aquel hombre a lado de mi hermana. Mi mamá les sonrió.

-  ¡Hacen hermosa pareja! – gritó con tanta emoción mi madre

En ese preciso momento mi nana trajo en una bandeja mi taza de café y mi postre. Dirijo mi mirada hacia ellos se veía completamente felices, risas tras risas, era el fantasma en aquella habitación.

- Come mi niña – expresó dulcemente mi nana

Asentí, agarré el tenedor en un bocado me embutí el exquisito pastel de tres leches, y de un pequeño sorbo mi café, mi nana se rio de mis acciones tan alocadas, todos en la habitación tenian sus miradas clavadas en mi, parecía una niña a mi edad de 19 años.

AdaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora