Llegamos a mi casa. Era de dos plantas, igual a las demás de la calle. Simple y sencilla. Saqué las llaves del bolsillo y abrí la puerta dejándole pasar a Dakuro primero. Entré a la casa tras su pasó y cerré la puerta, mirando al chico. Dejamos las mochilas en el suelo de la entrada y seguí el pasillo hasta la cocina. Me aseguré de que me siguiera y pasé a la sala.
-¿Te gusta la pasta?
Dije mientras iba hacia la despensa.
-Sí, claro. Me gusta casi todas las comidas, aprendí muy joven a cocinar y acostumbré mis papilas gustativas a todos los sabores, es raro que algo no me guste.
Asentí agradecido de que le gustase, ya que no tenía otra cosa que hacer. Cogí un cazo, le eché agua y la puse a calentar. Mientras preparaba los macarrones, sentía como Dakuro me miraba, apoyado en la mesa. Era incómodo, pero no quería que me ayudase. Necesitaba mi espacio para cocinar y que no se fuera toda la comida a la mierda.
Finalmente tras unos minutos, serví la comida en dos platos y me acerqué a la mesa para colocarlos uno frente a otro. Dakuro aprovechó que estaba cerca y pasó una mano por mi cintura, suavemente. Preferí no mirarle. Lo veía como un depredador que le gustaba comer cuando y donde el quisiera, y aquello no iba a ser así. Si le volvía a seguir el juego se iba a acostumbrar y llegaría a forzarme. Debía mantenerme calmado aunque sus roces me llamasen a gritos.
-¿Quieres queso?
Dije apartándome de él suavemente y sentándome en la silla. Coloqué un pequeño bol en la pequeña mesa con queso rallado y esperé a que el se sentase. Él suspiró y negó con la cabeza para luego sentarse en la silla que había frente a mi.
Cogí el tenedor y comenzamos a comer. Esperaba que le gustase, a mi me sabían como siempre, pero desconocía sus gustos. Él, al ver en mi rostro aquella inquietud, abrió la boca para hablar.
-Están buenos.
Sonreí y seguí comiendo. Aquello era más que necesario para mí.
Una vez terminé, me levanté de la mesa, cogí el plato y el tenedor para lavarlos en el fregadero. No había habido mucha conversación en aquel tiempo, pero no había sido incómodo para mí. Mientras lavaba los platos, sentí unos brazos rodear mi cintura. Era Dakuro de nuevo. Puso sus labios cerca de mi oreja y me susurró.
-¿Sabes qué estaría bien ahora?
Dejé el plato que estaba lavando y tragué saliva. No sabía si lo hacía para incordiarme o es que realmente me deseaba. No sabía si seguirle el juego o alejarlo de mi a la fuerza. No sabía que iba a traer peores consecuencias.
-¿El qué estaría bien?
Cerré el grifo. Besó mi cuello lentamente y bajo una mano a mi pantalón. Desabrochó el botón y siguió con el mismo tono de voz.
-Sabes a que me refiero, no te hagas el difícil.
El corazón me iba a mil. Su voz me excitaba y sus roces no lo hacían nada fácil.
-¿Yo el difícil?
No podía salir de allí. Tampoco quería alejarlo de mi. Suavemente me giré, sin mostrar ningún tipo de fuerza y me acerqué a sus labios. Definitivamente quería hacerlo, pero tenía miedo de que fuese como el otro día. Dejé escapar una sonrisa pícara y junte nuestros labios. Él era el que me lo hacía difícil, yo quería alejarme, pero él me enredaba entre sus brazos y hacía que le deseara tanto como un hombre hambriento por meses a un trozo de comida.
Colocó sus manos en mis nalgas, sobre el pantalón y me cogió en brazos. Me aferré a el suavemente para no caer ni hacerle daño mientras besaba su carita. Me llevó hasta la habitación, cerró la puerta y me dejó caer en la cama. Estaba agitado y él también. Se colocó sobre mi y se quitó la camiseta. Levanté mi espalda para volver a besarle y el siguió el beso. Me sonrojé al volver a notar su mano en mi pantalón y que poco a poco iba mintiéndose bajo la ropa interior. Me sentía muy vulnerable así, no quería que sucediera lo del otro día, no quería hacerlo.
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¿Del odio al amor?
RomanceEstá es la típica historia de un chico nerd que se enamora del bully. Se van conociendo poco a poco y ven que tenían muchas cosas en común.