02 - BERGE

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Les habían permitido la entrada de la manera menos cortes. Los guardias los acompañaron hasta la puerta de la casa, tenían un gesto de desagrado cada que los olían a los tres, como si fuesen la cosa más repulsiva del mundo.

Harry quedo maravillado a primera vista de aquel casón, podría decirse que parecía un castillo como los que mencionaban los cientos de libros que él había leído. Contaba con un patio excesivamente grande, donde se encontraban varios hombres haciendo ejercicio. Harry creyó que su padre tenía una familia numerosa.

Dentro de la casa, justo al entrar se observaban las grandes escaleras de cada lado, en medio de estas, había una puerta plateada con el escudo familiar. La casa contaba con 2 pisos y un aproximado de 18 recamaras, sin contar la sala, cocina y comedor. Pero aun así, la casa no permitía la entrada de mucha luz, lo que la hacía ver opaca, no transmitía la comodidad de un verdadero hogar.

Harry sentía olores bastante extraños, combinaciones de olores que le provocaban arcadas. No podía distinguir perfectamente un solo olor, su olfato se volvería loco.

- ¿Estás bien Harry? – preguntó Gemma al verlo tan perdido y asqueado.

- Son los olores, ¿acaso no los percibes? – al decir eso su papá volteo. Everett siempre escuchaba a su hijo hablar perfectamente de los olores, pero creyó que sería algo normal.

- ¿Qué es lo que hueles cariño? – Everett se arrodillo frente a su hijo para sostenerlo si es que le sucedía algo.

- Huelo a...

- Sangre – interrumpió una voz profunda y seca – No sabía que traerías a estos niños Everett, a tus pequeñas abominaciones – los miro de pies a cabeza, su rostro demostraba asco, al igual que los guardias.

Harry y Gemma observaron a su padre, el cual estaba corriendo hacía aquel hombre. Tenían un gran parecido, eran casi idénticos, a excepción de que ese hombre tenía el puño de su padre en la nariz.

- Jamás te vuelvas a dirigir de ese modo a mi familia – escupió Everett con tanto odio y coraje, estaba rojo y sus venas resaltaban de su cuello – No eres más que una simple basura Cedric.

Se alejó de Cedric para volver con sus hijos y disculparse con ellos, no tenían por qué haber visto esa escena. Ambos pequeños lo abrazaron, sentían el coraje y tristeza de su padre.

- Sean bienvenidos – mencionó Cedric limpiándose la sangre de su nariz, para después retirarse.

Fueron llevados a sus respectivas habitaciones. Ya era algo tarde, y ellos estaban los suficientemente cansados como para encontrarse con un familiar más. Harry y Gemma compartirían una habitación, tenía una ventana en forma circular que daba hacía el patio trasero de la casa. No muy lejos de allí, se observaba un bosque, y esa era la vista que Harry admiraría toda la noche.

No duró toda la noche, a los 10 minutos Harry se había quedado dormido junto a la ventana. Pero fue despertado por el ruido de una voz demandante.

- Escúchenme bien – vio a un hombre alto, no podía observar sus facciones ya que iba protegido por una capa negra – Seguirán mis órdenes y atacarán cuando yo les diga, ¿entendieron?

Harry observo que algunos hombres y mujeres llevaban arcos, unos muy bellos arcos bañados en un color plata. Sus flecas no tenían las mismas tonalidades, ni los mismos tamaños. Todos se veían fuertes, agiles y sumisos ante las palabras de aquel hombre. Podría ser un niño aun, pero sabía que esto no era pasa cazar animales. Perdido en sus ideas, Harry no se percató de que aquel hombre lo había visto, y con solo unos segundos memorizar su olor.

Volvió su mirada hacia abajo, no había nadie, ni arcos ni flechas. Solo un joven castaño que temblaba del miedo. Estaba llorando, realmente se veía aterrado. Sin pensarlo Harry corrió escaleras abajo para ver si no estaba herido, aunque no olfateara el olor a sangre.

Abrió lo más silencioso que pudo la puerta trasera, el joven castaño se había acurrucado en la pared de la casa.

- Ey, hola – Harry no se había percatado del frío que hacía, ambos chicos se estaban congelando - ¿estás bien?

El joven castaño alzó su rostro, parecía ser que sus lágrimas habían cesado. Abrió los ojos y Harry se quedó plasmado. Tenía un color de ojos azul muy brillante, no era el azul del cielo despejado, era como el azul que se haya en las flamas. Y eso fue lo último que sintió Harry, fuego por todo su cuerpo. 

𝑆𝑂𝑉𝐸𝑁𝐷𝐸 𝐺𝐼𝐺𝐴𝑁𝑇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora