Capítulo 3

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Ahora en estos momentos me encuentro desnuda en frente del espejo, mirando mi cuerpo. No soy una persona ni muy flaca ni gorda, estoy en el término medio, mis cabellos bien lacios color zanahoria son un sol a cualquier hora del día y en la noche se me identifica muy rápido. Mi cuerpo no es el de una súper modelo pero no estoy mal, en cierto modo me parezco mucho a mamá tengo su estatura 1.60cm, ni tan alta ni tan baja pero me veo bien, mi tamaño pega con la forma de mi cuerpo y mis ojos verdes esmeralda hacen un gran contraste con el color de mi cabello y mi piel súper blanca, cualquiera pensaría que soy un vampiro.
Estoy despierta desde la 4:00 am ya me duché, tome mi chocolate y me estoy vistiendo, me pongo el uniforme del Café y salgo en mi bici, hacia el trabajo.

Cuando llego ya están ahí Leila y Luke, están acomodando las mesas y las sillas y terminando de encender las luces del lugar. Leila cuando me ve me saluda eufórica como siempre, con un abrazo y un sonoro beso en los cachetes, cualquiera que nos viera pensaría que somos amigas de toda la vida. Luke me saluda con una simple sonrisa como lo hace siempre y yo le doy de vuelta la misma sonrisa.

Voy camino a la barra a acomodar mi puesto de trabajo cuando se me acerca Leila con un sobre en la mano.

- ¡Aquí tienes¡- me dice alcanzándome el sobre de color violeta. - Es la invitación a mi fiesta. Es mañana a las 10, en el bar de Luigi, dentro hay una manilla, te la pones y todo lo que consumas será gratis- dice con su radiante sonrisa en los labios.- no pienses que soy millonaria, es que mi padre vive en los Estados Unidos y en estos momentos no le esta yendo mal y me dijo: Leila, no todos los días se cumplen 18 años así que te regalare un pastal para que hagas lo que quieras- dice imitando la voz de su padre.
Me comienzo a reír de lo gracioso que lo dice y cuando está a punto de irse a atender a uno clientes que llegaron se voltea y me suelta.
-¡Ah y no olvides el disfraz¡- abro los ojos y casi se me salen de la cara y cuando estoy por responder el comentario se marcha sin más preámbulos.

En todo el día no tengo chace de hablar con ella porque así son los viernes, el día de más atareo, ya que los jóvenes salen de la universidad con ganas de fiesta, licor y cerveza. Cuando ya es la hora del cambio de turno voy a organizar las órdenes y cuando salgo no veo a Leila por ningún lado, solo están Luke cerrando la caja y Marco está limpiando la barra.

Luke es rubio como de 1,70 de altura delgado pero con el cuerpo trabajado, tiene los ojos marrones y un tatuaje en el cuello con unos números griegos. En cambio Marco es pelinegro, muy alto, 1,85 más o menos, brazos largos y ojos color miel, atractivo a la vista ya que también tiene el cuerpo bien trabajado, sería el prototipo de cualquier chica, es muy apuesto.
Al no conocer el paradero de Leila le pregunto a Luke:
- Oye, ¿sabes que le paso a Leila?. Marco que estaba cerca me dice
- Se fue diciendo algo de que tenía que organizar unas últimas cosas de sobre la fiesta- le agradezco la información y cuando terminamos nos vamos a casa cada uno por su rumbo. Pero a medio camino paso por una tienda de disfraces y me compro uno de vampira ya que sería muy conveniente para mí, ya que no tendría que utilizar mucho maquillaje ya que soy muuuyyy blanca.
Cuando voy doblando la esquina, pasan corriendo, por mi lado y pues... ¿Qué crees? Me roban la bolsa con el disfraz dentro de ella, corro tras la persona que se ha llevado mi disfraz, voy gritando por toda la calle y nadie es capaz de ayudarme y cuando estoy alcanzándolo caigo de cara al suelo y para ponerle la tapa al pomo caigo encima de un charco de lodo, intento levantarme pero vuelvo a caer.
¡Ahh!, ¡mierda! - grito molesta hasta que una mano se me planta en frente, levanto la vista y veo a un chico con una sudadera gris oscuro, y con el gorro puesto en la cabeza, entonces dice:
¿Necesita ayuda, marquesita? - pregunta con una ceja en alto. Tomo su mano, me levanto y cuando ya estoy fuera del charco suelto.
- Mariana.
- ¿Qué? - Pregunta él con el ceño fruncido
- Que mi nombre es Mariana, no marquesita. - Suelto un poco molesta.
- Valla manera la tuya de dar las gracias, Mariana - dice, adoptando un tono extraño al decir mi nombre.
- Gracias - digo dándome por vencida ante la situación. - muchas gracias por la ayuda pero tengo que irme. De nuevo, gracias. -

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