Sins. (Taekook)

Cero.

Una tarde fría de invierno, le vio recostado a aquella pared fuera de un establecimiento. Envolviendo con sus manos el cigarrillo que permanecía entre sus labios mientras la llama de su encendedor cumplía con su función. No era un hombre muy alto, era más bien de una estatura muy normal, pero Jungkook estaba seguro de que a su lado se vería mucho más estirado de lo que solía verse, quizás debido a sus zapatos de plataforma.

Un abrigo color beige caía debajo de sus rodillas, debajo de esto, su camisa de vestir y sus pantalones, todo era negro. Su cabello oscuro, cayendo sobre su frente, cubriendo parte de ambos costados de su rostro, muy bien peinado. A Jungkook le gustaba en demasía su aspecto. Un enrojecimiento se apoderó de sus facciones cuando el hombre se percibió de su potente mirada, y su corazón se disparó en bombeos frenéticos arremetiendo contra su pecho, amenazando con colapsar en algún momento.

Esa fue la primera vez que le vio, y a cuentas de sus deseos fervientes de verle en otra ocasión, entendió que su corazón fue flechado y capturado por aquel desconocido.

Las visitas a aquella calle se volvieron continuas, de cinco veces que iba, Jungkook conseguía verle dos, si acaso una, pero le satisfacía que a pesar de ser pocas veces, siempre compartían miradas, y una que otra vez, recibía una sonrisa por parte del hombre. Jungkook pensó que no había otra cosa más perfecta.

Su encuentro de frente se dió no mucho después, siendo el pelinegro quien dió el primer paso. Ambos se notaban interesados en el otro, pero por supuesto, la inmadurez de Jungkook no le permitía ser quien se adelantase, en cambio aquel hombre, era todo un adulto ya, tal vez de unos veintiocho o treinta años, por lo tanto maduro, y muy seguro de lo que quería.

Jungkook fue muy elogiado esa tarde, y él no hizo más que sonrojarse y agradecer en mínimos susurros. El hombre que se presentó a sí mismo como Taehyung, le invitó a visitarle a su casa en su próximo encuentro. Y allí comenzó todo, con su sonrisa perforándole el corazón y haciéndole sentir en el cielo, siendo que pronto, este le perforaría de forma diferente.