ETAPA II: Rosas pares.

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Me tomó un par de segundos darme cuenta de su presencia. Lo sé por el sonido sus respiraciones agitadas, por el aroma salado del sudor que se desliza en sus espaldas.

Están ahí, escondidos en el armario. Qué bello, qué poético.

Tiemblan.

Los pies de ella tienen los ortejos blancos de la presión por no moverse. La mano de él reposa en la esquina cerca del moho. Amo la humedad y oscuridad de la casa, ellos las odian. Detestan los muebles de madera que se hinchan y producen chillidos cuando duermen, aborrecen lo helado de las habitaciones. Y sobre todo, no soportan que esté aquí.

¿Por qué me temen? ¿Por qué suplican que me vaya y no vuelva nunca más? ¿Por qué? Si fueron ellos quienes me otorgaron la vida.

Antes de que la amargura y el dolor se apoderen de mis acciones, decido salir.

Camino sin pensar, la cabeza gacha y las manos en los bolsillos. Mientras más avanzo, menos casas veo. Poco a poco mis pies me llevan directo al lugar donde nací.

De inmediato me embarga la paz. Me reciben los árboles altos y frondosos, parecen querer alcanzar el cielo. Se sacuden al vaivén del viento. La verja chilla al empujarla, está vieja y oxidada; metal corroído al igual que mi alma. En cualquier momento podría desplomarse, ahí, sobre las lapidas del frente, que sirven a modo de fúnebres mayordomos que dan la bienvenida.

Lanzo mis zapatos a un lado, no hay nada como sentir la tierra directo en la piel. Ah, qué sosiego me produce el volver aquí. Extraño percibir a mis compañeros, unidos en la ceniza y comidos por los gusanos, pero no tengo la seguridad de si son recuerdos o inventos que mi mente produce para no morir por la incertidumbre. No sé quién fui. ¿Seré tal vez una mezcla de todos?

El peroné de aquél, la tibia de aquella, la clavícula...

¿O tan sólo un conjunto de tierra, hojas secas y letanías? ¿Pertenezco, por lo menos una parte de mí, a aquel ser bajo el epitafio "Amado padre 1899-1978"? ¿Soy "Dulce hija 2000-2007"? ¿Bondadoso hombre 1860-1950? ¿Querida esposa 1888-1965?

En ocasiones dudo de mi propia existencia, sino fuera por el palpitar en mi pecho juraría ser un fantasma. Cuando pasa me sumerjo en divagaciones, y ellas entonan las voces de las banshees. Sólo puedo deshacerme de la fonación al recitar un canto propio.

¿Quién soy? ¿Qué soy? Ni siquiera sé si debo llamarme él o ella.

Necesito tener cuidado o caeré de nuevo en esa zona. Sin embargo, son esos momentos los que me hacen creer que tengo humanidad. Pues me lleno de angustia, dolor y miseria; sentimientos que laceran, pero sentimientos al fin y al cabo.

Niveles de oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora