Sorpresa de Cumpleaños

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Por richardleb

Dejar la casa de mis padres fue todo un desafío; sin embargo, ellos estuvieron de acuerdo y, con el paso del tiempo, la idea no resultó ser tan trillada. Sí, había cierto miedo en el panorama, pues era bastante joven y ellos no estaban seguros de que diera resultado, pero se equivocaron.

Los primeros días eran una completa locura, mis intentos de cocinar eran una pérdida de tiempo y terminaba quemando todo, hacía tanto desastre que tenía que llamar a los bomberos. Luego opté por los domicilios, pero el dinero no daba abasto para todos los días. Así que decidí comenzar a ver videos de recetas para aprender a cocinar. Obviamente mis padres no se enteraron, pues quedaría ante sus ojos como una chica que no podía subsistir por su propia cuenta y ser independiente.

Entre los estudios universitarios y mi nueva vida viviendo sola, trascurrían los días. Era buena alumna y el trabajo todo marchaba bien, al fin y al cabo, mudarme involucraba tener una fuente de ingresos. Así las cosas, distribuía mi tiempo entre mis estudios de diseño de modas y el trabajo como mesera en un restaurante bastante concurrido y, por supuesto, sacar tiempo para mi novio.

Han pasado dos años desde que dejé la casa familiar, llevo un año y medio de estudios y también trabajando. No puedo negar que, a veces, surge la necesidad de volver con ellos, luego recaigo en que no es necesario y puedo subsistir por mi cuenta; me he dado cuenta de que la vida exige sacrificios, y uno de ellos es dejar a mis padres para forjar en mí una persona que aportase algo a la sociedad.

Mi familia es bastante festiva y no dejan pasar ninguna celebración; desde Pascua, Halloween, pasando por Navidad, Año Nuevo y, por supuesto, las infaltables fiestas de Cumpleaños. Para mí es un absurdo seguir celebrando cumpleaños cuando ya soy adulta; solo hay un niño en la familia y se trata del hijo de mi hermana mayor. Sin embargo, desde que dejé la casa de mis padres, debo volver a ellos para celebrar las diferentes fiestas que se les ocurre y eso hace que la vida independiente no sea tan chocante.

Esa es la razón por la que ahora me encuentro en Calgary visitando a mis padres: celebrar mi cumpleaños. Marzo es la peor fecha para visitarlos, pues es una época fría y los días nevados van desde noviembre hasta comienzos de abril. Por el momento, el cambio de clima no me ha afectado.

No tengo queja por celebrar cumpleaños en casa de mis padres; el problema es que ellos no saben de la existencia de Brandon, quien es mi novio desde hace ocho meses. Pensarán que es absurdo ocultar una relación a mis progenitores y que mantenga una relación en secreto; no obstante, la razón de todo ello es que seguro lo rechazarán por su aspecto y, si lo ven, pensarán que es un delincuente. Sí, tiene el pelo largo y un par de tatuajes en sus brazos, pero se trata de un chico increíble y, aunque es un poco mayor que yo, no me importa. Además, pronto se graduará como médico y estoy bastante orgullosa de él.

De cualquier forma, aquí estoy, a unos cuantos metros de la casa familiar con Brandon. Es posible que lo tomen como una sorpresa, pero no podría pasar un cumpleaños sin mi novio; además de que se trata del primer cumpleaños que celebramos juntos, no podría dejarlo, así como así. De tal forma que decidió acompañarme y darles frente a mamá y papá sobre mi romance secreto, algo que ni siquiera mi hermana —súper confidente— sabe. Sí, le he contado muchas cosas de mi vida a ella y es casi como una mejor amiga, pero Brandon es un secreto para toda la familia. Una familia conservadora y chapada a la antigua.

—¿Estás lista, Margaret? —preguntó Brandon, tomándome de la mano por sorpresa.

—Sí, sí, creo que estoy lista —le respondí, y apreté su mano para sentir no solo su calor, sino su apoyo.

Nos rodeaba un montón de casas familiares y una capa blanca de nieve que se extendía en cada rincón. Vamos arrebujados con gruesas chaquetas, con guantes de lana en las manos y con gorros tejidos, pues el frío de la ciudad no se hace esperar.

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