Capítulo 22

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El suelo del cuadrilátero parecía no ser tan duro como Tony imagino. Aunque, si lo admitía, no era precisamente lo que ahora pensaba.

—¡Ah! —El rubio empujaba con fuerza, mientras soltaba pequeños gruñidos y gemidos roncos en el oído derecho del joven debajo de él.

Tony se aferro a los cabellos dorados del capitán, al mismo tiempo que rodeaba con sus piernas las caderas del soldado.

Ambos, desnudos de la cintura para abajo, callaban sus jadeos mordiendo, besando o succionando cualquier parte del cuerpo contrario.

No querían ser descubiertos, pero tampoco querían parar.

Steve penetraba de forma ruda al castaño, quien no se cansaba de halagar en susurros lo maravilloso que era el rubio en el sexo.

—¡Ahí! ¡Steve! —Tony curveo su espalda en un perfecto medio círculo al sentir como Rogers rozaba su próstata una y otra vez.

Steve inmediatamente beso los rojos y maltratados labios del joven en un intento de callar su largo suspiro al sentirse apresado por las paredes anales.

—¿Te gusta? —El soldado junto ambas frentes, mirando los gestos del genio.

Tony, con los ojos brillosos y los labios flojos asintió mientras se lamia los labios y aspiraba con fuerza.

—Es... ¡Ah!... Fantástico... Steve, más... —El castaño paso sus brazos por el cuello de Rogers y lo acerco con toda la intención de besarlo de nuevo.

Anthony ya se consideraba adicto a los besos del capitán.

Eran tan dulce, pero al mismo tiempo salvajes y hambrientos.

A Stark le encantaban.

Steve dejó que el castaño invadirá su boca, que probara sus labios y mordiera a su antojo. Quería sentir como Tony se volvía loco con sólo tener su boca.

Su pelvis siguió en un ritmo constante, rápido y rico.

Los dos disfrutaban de la sensación de estar unidos.

—Eres tan hermoso, Tony. —La voz de Steve era ronca y sensual, causando que el cuerpo de Anthony se regocijara. Además, sus palabras cargadas de deseo y halagos inocentes y terriblemente tiernos hacían que Tony explotará en una extraña sensación de satisfacción y alegría.

Steve era maravilloso en todos sentidos. Te hacía sentir tan único y hermoso con simples gestos. El sexo con Steve parecía ser algo más profundo.

Tony estaba mareado por tantas cosas nuevas.

—Steve, por favor... —La mano tosca del soldado sobo su pené rojo y necesitado.

Mordió su barbilla reteniendo un gemido.

Steve apretó el glande y empujó su pene dentro de él. Stark fue besado una vez más al mismo tiempo que ambos terminaban.

El sexo con Steve era increíble.

🔹🔹🔹

—¿Lo notaste? —Sam caminaba junto a Natasha por las transcurridas calles de Nueva York.

—¿El qué? —La pelirroja iba más atenta a los grandes anuncios, aunque realmente parecía más metida en sus pensamientos.

—Steve. —El moreno lo pensó—. Es decir, no me estoy quejando, me alegra verlo tan lleno de, ¿luz?, pero no es normal, a lo que quiero llegar es... Algo pasó. —Aseguró finalmente.

Romanoff sonrió al escuchar a su amigo.

—El sexo hace maravillas en la gente. —Fue lo único que dijo la agente, antes de introducirse en una tienda de antigüedades.

Sam hizo una mueca de asco.

—¡Maldición! —El moreno negó con un mal gesto. Maldita mente y su rápida capacidad para darle gráficos a sus pensamientos.

🔹🔹🔹

Tony peinaba juguetonamente los cabellos del rubio.

Este, acostado en sus piernas, reía ante las caricias del chico. Se sentía tan tranquilo y satisfecho.

—Me gustan tus cabellos. —Dijo repentinamente el castaño—. Y tus ojos son increíbles.

Steve sonrió apenado. No estaba acostumbrado a los halagos.

—Yo creo que eres hermoso. —Rogers acaricio la mejilla del joven—. Es difícil decidir, pero... —Steve lo miro por largos segundos—, de igual manera, me encantan tus ojos.

Rieron ante el coqueteo del otro.

Parecían un par de adolescentes.

Anthony bajo hasta besar los labios del soldado. Quería estar así por un largo rato, y olvidar por un momento que pronto tendrían que volver a sus vidas.

🔹🔹🔹

Bruce sonrió divertido al ver como Bucky tiraba el café en la mesa y no en la taza.

—James, puedo hacerlo, no te preocupes. —De manera tierna, Banner tomo las manos de un nervioso castaño y lo calmo con una sonrisa sincera—. Mejor disfrutemos de la cena.

Barnes asintió torpemente. Se sentía como un primerizo.

Había invitado –con tartamudeos y palabras incongruentes– al hermoso científico. No podía echar a perder las cosas ahora.

—Lo siento, la verdad, no se que me sucede, no soy así, yo... —Bucky suspiró—. Perdón.

Bruce rio suave y lindo.

James sentía que podía derretirse ahí mismo.

—Siendo sinceros... —Banner se encogió de hombros —, me pareces adorable.

Bucky le sonrió enamorado.

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