Única Parte.

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Todo fue igual, era un día cualquiera en mi vida monocromática. El sonido de la pelea estaba a mi alrededor, los gritos de mis compañeros y del bando enemigo. El sonido de armas, el olor de la pólvora, el sonido de los golpes y el olor a sangre; mirando a mi alrededor no había nada más que destrucción, no había nada más que basura y oscuridad, no había más que un infierno.

El gemido de la persona en mis manos me despertó, baje la mirada y solo vi un cadáver, sin pensarlo solté al bulto de carne que parecía más muerto que vivo, y mire mis manos. »¿Desde cuando se volvieron así? ¿Cuándo fue que se tiñeron de sangre?« fue pregunta tras pregunta pero no hubo respuesta, no es que no lo supiera, es solo que ya lo he olvidado.

Después de ver la escena de todos terminar con su parte, saque un cigarrillo y lo fume, mirando a todos mis subordinados que limpiaban su parte, salí de aquel edificio y me dirigí a un pequeño parque abandonado.

Una tarde cualquiera en mi vida, con el olor de la sangre y el humo de un cigarro, mi mirada estaba mirando al suelo, como si en cualquier momento aplastara todo a mi paso. Terminé el cigarrillo y me deshice de la colilla. En ese momento tan común fue cuando todo cambió. Ese fue el comienzo de una nueva vista, de un nuevo mundo con colores cálidos.

Bajo la tarde de una noche de verano te conocí. El crepúsculo del atardecer parecía derretirse en tu ser, tu piel era pálida pero parecía emitir una luz dorada, tú cuerpo delgado estaba herido y llevabas una bolsa de la farmacia, me vistes con tus brillantes ojos, tus largas pestañas temblaron débilmente, y no vi pizca de miedo, tus ojos dibujaron sorpresa y luego honestidad, te acercaste y sentaste a mi lado.

Esa era la primera vez que algún civil me miraba sin miedo, que alguien se sentaba a mí lado, como si no viera la sangre en mis manos o mi aura maldita. El mundo me conoce y por ello me teme, un jefe de la mafia más grande de Corea, un asesino sin escrúpulos, sin amigos, sin familiares, solo un lobo solitario, un ser sin emociones como decían las historias de mi. Tal vez, en ese momento mi cara no expresó nada pero en mi interior estaba sorprendido y tal vez, solo una pequeña parte de mi ser se sintió nostálgico.

El crujido de la bolsa fue suave y se difundió junto la última pizca de sol, la noche hizo presencia y tú, suavemente deslizaste un ungüento hacia mí, en ese momento sonreiste y tú voz, sonó como una tenue canción. Debí imaginarlo, debí estar atento porque, en ese momento no sabía que te convertirías en mi sueño más antiguo.

—lo necesitarás.

Te mire con una extraña mirada de sorpresa en mi rostro, la emoción reflejada en mi cara podría no ser mucha, pero ahí estabas. No lo tomé enseguida pero seguías sonriendo y extendiendo tu delgada mano con heridas ya cicatrizadas.

—no muerdo, así que puedes tomarlo con tranquilidad. —insistiendo. —es nuevo, no tienes que preocuparte.

—deberías irte antes de que no veas un mañana. ¿No sabes quién soy?

Parecías sorprendido, mi voz era un poco ronca, tal vez porque sentía que no había hablado con alguien en años. La sorpresa se convirtió en una risa, pero era una risa inocente, como un pequeño gato coqueteando con su dueño, quién intentaba asustarlo para que se portara bien.

—lo sé, eres muy famoso y temido. Sin embargo, eres como yo. —abriendo el ungüento al exprimir un poco y untarselo en su labio. —eres una persona de carne y hueso, te lastimas y sangrías ¿Por qué debería irme al verte herido? Si fuera yo, estaría feliz de ver a un chico muy guapo darme algo para sanar mis heridas.

El ungüento en tu labio fue aplicado, la pequeña mueca de dolor fue realmente muy pequeña, como si estuvieses acostumbrado a ello. Tus palabras fueron algo que nadie se atrevió a decirme y siendo sincero fue novedoso, debía estar irritado pero me sentí refrescado, tal vez se debía a tu semblante tranquilo y fresco, aunque, mirando más de cerca parecías un poco nervioso.

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