Es por tí

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En dónde Satoru escribe cartas que Nanami recibe






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La noche era tierna, dulce a comparación de otras, dónde el frío calaba hondo en los huesos de sus manos, o se estancaba en la sensible piel de sus mejillas.

Satoru Gojo era conocido en el campus por su físico y su personalidad extravagante. Nadie lo tomaba en serio, en lo absoluto, la gente solo se limitaba a tener conversaciones simples de "hola" y "adiós" por qué no les interesaba formar plática con él.

Eso lo tenía muy solo.






Era popular, sí, bastante. Pero eso no le gustaba.




Probablemente nadie sabía que le gustaba escribir versos pequeños llenos de dulzura entre comidas o a solas. O que cada uno de ellos iba dedicado a alguien en particular.

Eso en algún momento lo entristeció, puesto que no tenía a quien contar sus desdichas amorosas.




La noche era tierna, deliciosa porque hacía un extraño calor que no le agobiaba. No necesitaba morir de frío como en otras, dónde escribir se iba en quejas abstractas al clima.
Estaba sentado a un lado de la ventana, en un pequeño escritorio de madera vieja, nervioso y perdido en la noche un poco más de lo usual, pues cada uno de esos versos iban a parar a un lugar en particular, la habitación de Kento Nanami.

Odiaba, detestaba no poder acercarse a él por ese temor estúpido suyo a aburrirlo.



«Probablemente acabe huyendo de mí antes de escucharme» concluyó el peliblanco al verle sentado, tan tranquilo a la distancia, comiendo un emparedado mirando a la nada.

Era rubio, y sus ojos eran preciosos.





"Ojos verdes, cómo un campo solitario y olvidado"








Lo tenía bien estudiado.
Parecía un maldito acosador pero lamentablemente no le quedaba de otra.


Sabía las clases que tenía, estudiaba economía, o algo similar. Le gustaban los emparedados de una panadería cercana y se la pasaba solo, sentado en la hierba.
Su habitación quedaba en el piso de arriba de la suya, no solía ir a fiestas y el ruido le desagradaba.

Lo sabía, y lo peor era que en esos casi tres meses de observación, lo único que se le había ocurrido era dejarle cartas pequeñas debajo de su puerta.





Entre mis manos quisiera tener las tuyas.

Quisiera poder decirte "hola" y hacerte plática hasta que te harte...


Quisiera tantas cosas, pero no sé si tú también las querrías.







Quisiera, quisiera que me conocieras.





No sabía nada en lo absoluto. Podía ser incluso que ni siquiera las haya leído o visto. O bueno, quizá las tiró al bote de la basura, o se asustó porqué quizá parecía un acosador en ellas.


¡Dios podían ser miles de cosas ahora que lo pensaba!





One shots NanaGo con música mamonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora