- No, me niego, no me podéis hacer esto. – Me rehúso. Tengo los ojos llenos de lágrimas y si la vida no me hubiera enseñado a manejar tan bien mis emociones, estaría desecha en un mar de ellas.
Estoy de pie en medio del minúsculo salón, que dicho sea de paso también sirve como cocina y comedor, y delante tengo a mis padres con caras que rebosan alegría de distintas formas. La de mi madre muestra una felicidad genuina y esperanzadora, tiene sus ojos miel adornados por un notable y magnético brillo que te hacen centrar su vista en ellos y no en la maraña de cabellos castaaños que hay en su cabeza o en sus ropas desaliñadas tras arduas e intensas horas de trabajo. Mi padre, en cambio, no reluce un brillo en sus ojos azules, sino que estos quieren expresar amor, comprensión, compasión y esperanza.
Intento apartar mi vista de ellos para reafirmar mi postura en contra de la situación, pero ellos son lo que más aprecio en esta vida, uno de mis más fuertes y sólidos pilares y soy incapaz de darles la espalda, por muy poco que me guste lo que me dicen.
¿Quién me iba a decir que los sueños se pueden cumplir aún al cabo de ocho años? Hay una historia, una de mis favoritas, que cuando me preguntan por mi infancia suelo contar. Había una vez una niña de dorada cabellera como el sol y ojos grises como el cielo tormentoso que adoraba admirar a la gente que pasaba por el centro de la plaza mientras su madre vendía ropa en el mercado semanal. Su interés en la gente la avocaba a crear historias sobre sus posibles vidas. Cuando un grupo de niños pasaban corriendo se imaginaba a qué debían estar jugando a ser perseguidos por un enorme y temible dragón al que debían vencer. Las familias la hacían sentir añoranza de los escasos momentos que podía compartir junto a la suya. Así es como disfrutaba pasar el tiempo tanto para no aburrirse como para escapar de la precaria situación en la que vivía y poder liberar su mente de todas las ataduras que la tenían cautiva. Un día que estaba sentada al lado de la fuente de la plaza mirando hacia el agua e imaginando que era un mar de extensión infinita se le acercó un pequeño crío castaño de ojos verdes que tenía aproximadamente su edad que la sacó de su ensoñación y la impulsó a hablar con él. Al principio ella parecía renuente a conversar con un extraño, aunque no fuera más que un niño, pero con el tiempo fue confiando más en él y abriéndose a tal punto que ella era como una pequeña hermana de alma. Él la protegía de todo aquello considerado peligroso, la aconsejaba sobre todo lo que le generaba dudas y le daba el amor que le pudiera faltar. Cuando la niña tenía ocho años y había entrado en la etapa de querer ser una princesa, él la animó a perseguir sus sueños y cuando ella vio que era imposible el adorable niño le propuso inscribirse un sorteo para ser aceptada en "Hillton College" una academia y a la vez internado que imparte clases a futuros príncipes y princesas donde solo lo más alto de la élite puede acceder. Resultó ser que habían abierto un programa donde ofrecerían cinco becas a aquellos que fueran considerados dignos de merecer una oportunidad en tal institución. Pasaron los años y el programa fue cerrado por falta de buenos postulantes hasta este año, que han decidido reabrirlo.
Creo que a este punto ya es bastante obvio lo que pasa, pero yo sigo sin entender cómo es posible que, tras tanto tiempo, mi inscripción haya vuelto a tenerse en cuenta.
- Por favor, Della, al menos piénsalo. - me implora mi madre tratando de convencerme.
- Tengo que reflexionar, pero ahora... ahora necesito irme. - les digo atropelladamente antes de salir de allí como alma que lleva el diablo.
Empiezo a correr y bajo las escaleras del edificio tratando de no tener ningún accidente con ningún vecino y salgo rápidamente perdiéndome entre los callejones del barrio en dirección a mi atalaya, mi lugar seguro.
Tras una gran maratón llego a su casa, el hogar de Nick, mi mejor amigo y hermano del alma y quien siempre sabe qué hacer para hacerme sentir mejor. Toco la puerta de madera de la pequeña casita de piedra y tejas y espero impacientemente a que me abra, algo que no le lleva mucho tiempo. Sin pensármelo dos veces me abalanzo encima suyo y lo abrazo como si él fuera la única salvación y mi vida dependiera de él. No tardo mucho en sentir sus brazos rodeando mi cuerpo envolviéndolo como un escudo y su aliento en mi oreja.
- No te preocupes pequeña, ya estás aquí y no te va a pasar nada. - Eso es lo que escucho de él diciéndome con una voz ronca y baja, pero sobre todo protectora.
Esas palabras destruyen mis defensas y mis emociones quedan a flor de piel soltando al fin todas aquellas lágrimas que no querían salir. Me dejó desahogarme durante un buen rato mientras mojaba su camiseta azul con gotas de agua salada.
- Cálmate, Della, respira hondo y cuéntame lo que te pasa para poder ayudarte. – me dice con la voz más dulce posible con la que consigue convencerme.
Me separo de él muy despacio y por primera vez puedo observar que aún lleva el pijama, cosa que indica que se ha levantado tarde seguramente por trasnochar estudiando. Levanto la mirada a su cara y puedo ver que bajo sus ojos ya no hay solamente pecas, sino que unas notables y oscuras ojeras me confirman lo que sospechaba.
- Dios mío Nick, no sabes cuánto lo siento, no debería haber venido a mol... - le digo algo culpable por haberlo molestado. No me deja acabar de hablar porque me tapa la boca.
- No continúes por ahí, sabes que nunca me molesta que vengas y menos si estás mal. Ahora dime qué te pasa.
Es que este chico es perfecto, el mejor amigo que hay en el mundo con diferencia.
- Bueno, ¿Recuerdas cuando hace años me dijiste de apuntarme a aquel sorteo de la beca para el Hillton College? – le digo algo incómoda por los sucesos. – Pues adivina a quién después de haber cerrado el sorteo y recién lo han reabierto le han dado una beca. ¡A mí! ¿No es de locos? Es imposible que hayan vuelto a reconsiderar una inscripción que envié hace diez años, no tiene sentido, no lo quiero ya y encima mis padres se han puesto pesados para que acepte. – le cuento exasperada esperando recibir una reacción de asombro.
Por el contrario, lo único que recibo es su mirada incómoda y luego veo como sus mejillas empiezan a coger un tono rosado indicándome que está nervioso por algo que ha hecho.
- Verás peque... - oh dios mío, esto se va a poner feo, ese es el meto que me pone cada vez que tiene algo que me puede enfadar para decirme – tengo un amigo que su hermana estaba emocionada por eso de la beca, así que nos lo comentó y en ese momento recordé cuánta ilusión te hacía, así que yo... pues decidí... ya sabes... - me dice desviando su mirada y mordiéndose el labio en una clara señal de nervios.
Caigo en la cuenta de lo que está tratando de decirme y veo que él está esperando mi reacción a la vez que hace un análisis visual de cuánto control de daños puede haber. Sinceramente no sé cómo reaccionar, es algo que ni en un millón de años me hubiera esperado y menos de mi mejor amigo, la persona que estuvo a mi lado consolándome tras recibir la noticia del cierre del programa. En un instante siento la furia y la traición atravesando mi cuerpo y mis manos no hacen otra cosa que empujarlo para poder emprender la carrera hacia cualquier otro lugar. Detrás de mí puedo escucharlo gritar mi nombre pidiéndome que pare mientras me persigue, pero cuando aumento mi velocidad, su única opción es parar, es imposible que me atrape.
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Internado De Princesas
RandomBienvenido/a a Hillton College Le damos la bienvenida a esta elitista institución donde preparamos a los jóvenes a base de lecciones y entrenamientos no solamente mentales sino también de protocolo para que se gradúen habiendo aprendido el porte pr...