(El símbolo de los tres asteriscos *** en este relato significan que ha habido un salto en el tiempo, por ejemplo: al día siguiente, después de unas horas...)
Bajo las escaleras de caracol de aquel pequeño apartamento compartido por mi pareja, Gonzalo. Nada más bajar, subo las persianas y despejo las largas cortinas de aquella amplia estancia. Entro en la cocina y sorteo la bolsa de basura, esperando a que la saquen, si, debo de sacarla y pronto. Enciendo el contestador del teléfono y escucho atentamente.
-Tiene mensajes pendientes de cuatro llamadas perdidas -salta la voz chillona del contestador.
Mientras que suenan los mensajes, meto una cápsula en la cafetera y dos rebanadas de pan en la tostadora. Me apoyo en la encimera, mientras el olor a café inunda mis fosas nasales. Vuelvo a prestar atención a los mensajes del contestador.
El primero era de mi madre avisándome de que había enviado un paquete a mi dirección de casa, dicho paquete llegaría en menos de pocas horas. La mujer estaba más que animada con mi boda y está última semana no paraba de enviarme decoración y cosas para la boda. El segundo mensaje era de mi mejor amiga Cris, otra loca, no paraba de celebrar que por fin me iba a casa y estaba entusiasmada. Tanto, que ya tenía su vestido para la boda y lo más asombroso es que había convencido a mi mejor amigo Jona para ir conjuntados. Cuando esta pareja se junta, no hay quien los pare.
Me giro sobre mis talones para coger las dos rebanadas de pan que hace unos segundos habían saltado de la tostadora. Las pongo sobre el plato, y mientras estoy entretenida untándolas con una recete de aguacate que había encontrado en internet, una voz conocida aparece en el siguiente mensaje:
-Hola Abril, esto verás... -escucho la voz, que habla con nerviosismo-. Debería de haberte llamado hace meses, pero estaba de vacaciones y la verdad se me olvidó completamente seguir enviándote mensajes. Llámame capullo lo sé, pero, tengo buenas noticias. Esta tarde vuelvo y me apetece mucho verte, podríamos ir al centro comercial o pasear como hacíamos en los viejos tiempos. Mándame tú ubicación por mensaje de Whatsapp y esta tarde a las cinco estoy en la puerta.
Mi pecho sube y baja, mi corazón se acelera repentinamente de manera rápida, y mi mente enseguida comienza a pensar en él y en las últimas veces que habíamos quedado. Así como, en el inicio de nuestras pequeñas quedadas. Primero eran inocentes, simples y quizá un poco aburridas a ojos de otras personas, pero para mí se habían convertido en mi vía de escape, esa desconexión de mi mundo corriente. Aquellas actividades ya no eran tan habituales, quizá un poco más íntimas pero, solamente se quedaron en eso. En el limbo.
En mi interior siempre deseé más con él. Quería que aquellos momentos, que todas aquellas actividades fueran cada vez más cercanas hasta el punto de intimar más. Pero tenía dos impedimentos: el primero, mi actual pareja y con la que estoy comprometida, el segundo es su dejadez, sus faltas de mensajes o su poco interés por mí. Muchas noches me desesperaba conmigo misma creyendo que todo esto no era más que una locura, que no podía forzar algo que no era real, pero sin embargo, cada vez que lo volvía a ver algo dentro de mí se encendía y me empujaba a seguir quedando o a contestar cualquier mensaje. Hasta que dichos mensajes dejaron de sonar en mi teléfono y yo decidí dejarlo estar y así construir mi nueva vida, mi actual presente.
Mis ojos viajan hacia el teléfono móvil y busco su número entre los chats ya olvidados. Lo encuentro y me quedo dudando unos instantes hasta que me convenzo a mí misma de que necesito salir con él, necesito esa desconexión, pero que también debo de hacerlo con cautela. Ya no soy aquella Abril del pasado, libre, y no puedo dejarme llevar por él.

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Solo contéstame.
RomanceAbril está a punto de casarse, sus emociones están a flor de piel y tiene muchas ganas de que llegue ese gran día. Pero, las cosas empiezan a torcerse cuando un mensaje en el contestador de voz aparece nada más despertarse y genera en ella cierto in...