18 de julio. Aquel día comenzó su aventura. Bajó al mundo terrenal donde una misión le esperaba: aprender sobre el ser humano.
Como un destello apareció allí, en mitad de un bello jardín cuyas blancas flores brillaban bajo la luz de la luna. Un silencio que inundaba el lugar parecía ensordecedor. En ocasiones se escuchaba el sonido de algún grillo que cantaba bajo el cielo estrellado. Disfrutó unos segundos del maravilloso ambiente que había a su alrededor. No parecía que allí fuera a aparecer nadie, o al menos, por el momento, ya que según tenía entendido, ellos no solían caminar por ahí a altas horas de la noche. Una luz se encendió.
Comenzaron a escucharse unos pasos. Un chico de oscuro cabello y pálido rostro se asomó al jardín. Su cara mostraba cierto cansancio. Parecía haber dormido poco. Vio el destello. Se quedó prendado de semejante belleza. Nunca había visto una luz que le causara tal sensación. Se sintió protegido, como en casa por unos momentos. De repente, el destello se desvaneció y apareció una hermosa chica de cabellos blancos como la nieve y piel rosada, con unos ojos azules que se veían a lo lejos. Lo único extraño que poseía... Unas grandes y voluminosas alas.
El chico se quedó helado. Una sensación recorrió su cuerpo. Admirado por tal hermosura, no poco sorprendido. Se puso de rodillas, sin ser capaz de articular palabra.
-Yo... eh...-Balbuceó con nerviosismo.
La chica lo miró. Posó sus brillantes y tristes ojos sobre él.
-Shh... Tranquilo. No te voy a hacer nada. Es más. He de marcharme. No puedo estar aquí mucho tiempo ya que me has visto.
Él la observaba atónito. Su expresión confundía entre el miedo y la curiosidad.
Desplegó sus grandes alas para alzar el vuelo, pero antes de poder elevarse unos centímetros notó como algo le impedía ascender.
La mano del chico la agarraba de la muñeca. Su cara expresaba deseo de saber más sobre ese ser.
-No te vayas, necesito saber tu nombre antes de que te marches.
Ella posó sus pies sobre el suelo de nuevo. Le miró con confusión. No tenía nombre. No era nadie. No llevaba ni diez minutos en el mundo y ya tenía que responder a esa difícil cuesión. Su nombre. Apartó la mirada y no articuló palabra. Él se le acercó lentamente para no asustarla.
-Tranquila, veo que estás algo perdida. No tienes que decírmelo ahora, si no quieres. Pero no puedes quedarte aquí, hace frío. Entra en mi casa, te prepararé un lugar para dormir y mañana si quieres te vas.
La chica asintió. A él no pareció asustarle el hecho de que no era una humana.
Entraron a su casa. El salón era pequeño, alumbrado por una tenue luz que procedía de una lámpara que colgaba del techo. Muchos cuadros decoraban el lugar, además de fotos, jarrones... Era muy acogedora. Parecía una cabaña de un cuento de hadas. En silencio, el chico comenzó a sacar sábanas de una de las habitaciones y las colocó cuidadosamente en el sofá. Era un sofá marrón, de un tacto no muy agradable y tampoco muy blando. Pero al colocar las sábanas daba la impresión de haberse convertido en un cómodo lugar en el que descansar.
El muchacho le señaló el lugar que le había preparado. Y se volvió a marchar. Esta vez trajo un par de camisones de algodón con sutiles estampados de flores rosas y celestes.
-Toma. Ponte esto. Es ropa limpia y cómoda para que duermas mejor. Huele muy bien, ¿verdad? Es gracias a un suavizante que utiliza mi madre desde que tengo uso de razón y siempre me ha encantado -pausó por un momento-.Bueno, siento contarte cosas que no te interesan. Te dejo aquí la ropa, ponte el que quieras. Ve al baño si lo necesitas, está al final del pasillo. Por cierto, que maleducado, no te he dicho mi nombre. Me llamo Wilson, encantado... En fin, dejo la charla, mañana por la mañana con más tranquilidad hablamos, ¿te parece?
Ella asintió.
-Bien, hasta mañana.
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Ángela
FantasíaÁngela es un ángel que ha venido a este mundo a aprender de los seres humanos, pero se da cuenta de que éstos en realidad suponen un peligro para el planeta y todos los seres que lo habitan. Ahí, sus planes cambian.