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Con el paso del tiempo, aquellos dos niños crecieron de la misma forma en la que el jardín de los Park se agrandaba más y más para dar abasto en cuestiones de demanda, pues el negocio también había cobrado éxito conforme los años pasaban por el hijo único de la familia.

A pesar del muro de piedra, Yoongi siempre intentaba tener vista del otro lado, por lo que trepaba de él y se sentaba en el borde, manteniéndose en el vital frío de su territorio pero teniendo acceso a mirar el colorido y cálido jardín de la familia vecina.

Claramente, lo tenía prohibido, y él comprendió la razón cuando esta se le explicó, pero prefería ignorar la restricción hasta cierto punto, y su hermano menor Seokjin era su cómplice.

Como en esos momentos.

—¿Y ahora que excusa pondré cuando pregunten por ti?— cuestionó el príncipe de Glacies menor, con los brazos cruzados y sosteniendo su peso sobre su pierna diestra, mirando a su hermano mayor trepar el muro al apoyarse en las mismas piedras de siempre.

—No lo sé, Jin... di que me fui al bosque de cacería, algo así.

—Ni siquiera te gusta cazar, Yoon, y eso es bien sabido.

El de ojos finos gruñó cuando su pie resbaló pero pronto se logró estabilizar y continuó subiendo.—De acuerdo, entonces diles que... que me fui al bosque a jugar con lobitos y un búho me raptó, sí.

—Okay— asintió Jin y se marchó entre risas.

Finalmente el pálido llegó hasta el borde del muro y se sentó en él justo a tiempo para ver a cierto pelirrojo salir de su casa hacia el jardín, llevando su gran cesta como de costumbre.

—Buenos días, Jimin.

—Eran buenos— contestó el chico sin mirarle, yendo hacia las gladiolas moradas.—Ojalá te caigas de ahí y te duela el trasero por dos semanas.

—Yah, sé que estuvo mal congelar el camino por el que normalmente pasas, me disculpo de nuevo— dijo risueño el príncipe, aún así, el de mejillas abultadas no le miró, aún indignado por la maldad que el pálido le hizo y que le causó una caída de pompis. El dolor había durado varios días.

Yoongi frunció el ceño cuando notó que el ojiverde seguía sin querer mirarle, por lo que creó una pequeña bola de hielo y se la lanzó, misma que Jimin detuvo con su diestra sin siquiera ver, usando sus excelentes reflejos.

Se escuchó el susurro del hielo evaporándose rápidamente en la mano del florista y el vapor escapó de entre sus deditos.

—Cálmate, copito de nieve, sabes que yo no juego así contigo— le gruñó el más bajo, hasta ese momento girándose a verle para fulminarle con la mirada.

—Ugh, deja de decirme así, sabes que lo odio— reclamó el pálido, golpeando el talón de sus botas contra el muro.

—Y por eso yo amo hacerlo— se burló el pelirrojo con una sonrisa antes de seguir recortando la gladiolas con las tijeras especiales.—¿Qué no tienes nada que hacer, alguna labor de príncipe estúpido?

—Es más entretenido verte trabajar entre pétalos, florecita— contestó, recargando su codo zurdo en su rodilla para sostener su mejilla así.

—Y dale con decirme "florecita"— se quejó Jimin, aún en lo suyo.—A mí no me importa qué es lo que hagas, pero no quiero que me causes problemas— su única respuesta fue escuchar las risas del príncipe que no hacía más que hacerle molestar, así que tomó su guante extra para la jardinería y se lo lanzó.

Yoongi quiso atraparlo y en un descuido se inclinó de más, haciendo que cayera desde la alta cima del muro hasta el suelo de su tierra. El duro golpe resonó y Jimin palideció, soltó lo que traía en manos y corrió hacia la división, usando unas viejas tablas de madera que se encontraban ahí para trepar y subir. Colgó su torso en el borde y desesperado se asomó, sintiendo la fría temperatura recibir a su cuerpo con suavidad.

☁️Calidez☁️ • YMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora