Prólogo

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Prólogo

Caminaba por el seco desierto, hacía media hora que había dejado de correr por que ya nadie me perseguía.

Mis pies desnudos ya no aguantaban más, dolidos por el ardiente suelo desquebrajado que pisaban y por el largo camino que habían recorrido. Hacía tiempo que había dejado mis sandalias atrás, ya que estaban destrozadas por tanto correr...

No sabía donde me hallaba nunca me había alejado tanto de mi aldea pero ya ni la veía... Todo lo que veía era tierra y más tierra seca.

El sol me estaba abrasando, pues estaba en su plenitud. Tenía muchísima sed, mi garganta estaba muy seca y además estaba perdiendo demasiada sangre.

Aparté los harapos, que componían mi vestido, del ombligo para ver la herida que Diablo me había hecho.

No había duda. La herida había empeorado.

Era una fea raja que iba desde poco más debajo del ombligo hasta el comienzo de la curva de la cadera, la herida no era demasiado profunda; no obstante, salía demasiada sangre. Si hubiese estado en la cabaña de mi padre la hubiese podido cerrar en un santiamén.

Lágrimas se derramaron de mis ojos al pensar en mi padre, él murió ante mí, apuñalado por Diablo, el jefe de los Thathua.

**FLASHBACK**

Mi padre y yo estábamos en su cabaña de trabajo, me estaba enseñando como controlar las fiebres que te producían el escorpión mors somnium, una de las muchas mutaciones que habían provocado la tercera guerra mundial hacía 150 años.

La guerra empezó entre Estados Unidos y Rusia, pero, poco después,  se le unieron los demás países del mundo, eligiendo su bando entre ellos, casi toda Europa se alió con Estados Unidos, la mayor parte de Asia, África y Sudamérica se unieron a Rusia. Al final no ganó nadie pero, irónicamente, perdimos todos.

Las monstruosas bombas y armas quedaron la Tierra desolada. Casi todos los ríos se secaron, muchos tipos de plantas se extinguieron junto con otros animales, de los que sobrevivieron, muchos fueron mutados debido a las radiaciones además el sol abrasaba más que en cualquier otra era.

La Tierra parecía más un infierno que un planeta habitable.

La Tierra se había convertido en Edom. Así es como todos la llamábamos.

Todo era un caos.

Cuando la guerra acabó la gente que sobrevivió se empezó a unirse en clanes, algunos nómadas y otros sedentarios. Algunos de ellos se instalaban en las ruinas de las ciudades, abastecidas de víveres, obviamente esas agrupaciones eran los que tenían a más gente y eran más fuertes, pues la gente empezaba a pelear entre ellos para conseguir esos territorios abastecidos de provisiones, otros simplemente se dedicaban a formar pequeñas villas con granjas y huertos. Los GreenGrass, en específico, mi clan, nos asentamos en una meseta, estábamos igual de cercanos a todos los clanes de alrededor, para la batalla era un buen sitio, porque al estar en una meseta nos encontrábamos a una elevada altura y en caso de ataque se podría lograr una buena defensa. Pero mi padre no lo veía así, mi padre, Jeremy, no pensaba que nadie nos pudiera atacar, << ¿Quién va a querer atacara una simple aldea que vive de la ganadería y la agricultura?>> decía siempre él.

Mi clan, a diferencia de otros clanes era muy pobre, vivíamos de la agricultura y la ganadería. Pero mi padre se dedicaba a la medicina, es decir, él curaba a la gente, y no solo a la gente del poblado que se hacía leves cortes con la oz o con algún otro instrumento, algunas veces venía gente proveniente de otros clanes con heridas de guerra porque habían peleado contra otros c por territorios o por cualquier otra cosa. A cambio de que mi padre les curase él pedía, algunas provisiones y en algún caso en el que la herida fuese muy grave pedíamos algún que otro animal de granja, pero eso, pocas veces pasaba, debido a que mi padre era uno de esos hombre de los que pensaba que la vida no tenía precio y que había que valorarla. Solo aceptaba los pagos por que no quería que su pueblo pasara hambre ni sufriera, ya que él era el jefe de nuestro GreenGrass.

In the endDonde viven las historias. Descúbrelo ahora