1. {Capítulo único.}

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𝐸𝐿 𝐷𝐸𝑆𝐸𝑂 𝐷𝐸 𝐿𝐴 𝐸𝑆𝐶𝑈𝐿𝑇𝑈𝑅𝐴.










En donde Mikasa es una escultura y Eren un aficionado.

Recomiendo escuchar este soundtrack, el cual mi inspiración principal:

Y también algunas canciones de RY X, de las cuales también cogí inspiración.















—¿No crees que Dios es el mejor escultor que jamás ha existido, Eren? —preguntó su padre. Eren, cansado, agachó la cabeza para mirar sus pies, encontrando más atractivo mirar el suelo que la expresión intrusiva de su padre.

¿Cómo podía responder a su pregunta sin causarle estragos? Su padre era creyente y amante del arte, en especial de la escultura. En su vida entera había intentado rellenar el hueco entre las dos premisas para hallar un conector que enlazara todo. Sus dos pasiones explicadas en una única frase: Dios es el mejor escultor que jamás ha existido. Pero Eren, aún sin faltarle el respeto le explicaba que no creía una mierda en Dios y su padre insistía con la misma frase: 'Dios es el mejor escultor que jamás ha existido'. 

Eren mantuvo la mirada intacta en las baldosas de linóleo blancas, mientras su padre contemplaba una obra de arte. Tanto él como su padre asistían al Museo del Louvre, museo ubicado en París, por gusto, aunque su padre era mucho más fanático del arte en general. En cuanto a Eren, gustaba casi como si hubiera heredado el gusto en sus genes, y también casi por costumbre. Había viajado a Francia, y por temas de trabajo decidieron permanecer un tiempo en el país para aprovechar de visitar los museos, disfrutar del arte, de la cultura, y de las personas. Eren estaba acostumbrado a visitar museos de arte con su padre, con especial inclinación a museos donde se exponían esculturas, ya que este era un fiel amante del arte representado en tercera dimensión. La profundidad de las carnes, los pliegues en el rostro palpables.

Por ende, no se trataba de los gustos de Eren, si le gustaba o no el arte, pues había heredado el  gusto de su padre por las cosas bellas y bien logradas a precisión, lo que le disgustaba era enfrentar los silencios incómodos dados cuando su padre preguntaba, y se desviaba a temas en los cuales el nombre de Dios era prominente.

Eren sabía que en el fondo de esas preguntas se encontraba una sed insaciable de encontrar sentido al arte. Su padre dotaba de vida a las esculturas al comparar la presunta creación del hombre de Dios a partir del barro, con la creación de magníficas esculturas. ¿Cómo se suponía entonces, que Eren contestara a tales preguntas sin creer que las esculturas tuvieran espíritu propio como si fueran seres humanos? ¿Y cómo responder aquello atribuyendo a Dios su divina creación?

Era cierto sí, debía admitirlo, que el arte era como el suspiro del alma, que admirar una obra era admirar a la vida misma, directo a los ojos sin titubear, vivir con la vista, vivir de ilusiones y representaciones. Arte como un ser majestuoso más de la naturaleza. Pero también era cierto que muchas de las experiencias eran exageradas por el ser humano, llevadas al límite para acentuar sus sentimientos, y dotadas de ilusiones y esperanzas que luego serían expresadas en metáforas, o en diversas figuras literarias más.

EL DESEO DE LA ESCULTURA. {EREMIKA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora