01| Donde todo empezó

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Barbará

Apago el televisor con una cara de incredulidad.

La película que acabo de quitar arruina todo aquello que tenga que ver con el género de terror. Definitivamente.

Agarro fuerzas y doy un enorme suspiro para saciar un poco mi disgusto disfrazado de frustración. Una frustración que viene acumulada no solo por ese día, y ni tampoco por esta semana; qué más quisiera que fuera tan solo de una semana.

Tomo mi celular y reparo las redes sociales por si al menos logro distraerme un poco. Empiezo a pasar red social, por red social cuando entra una llamada de un número desconocido. Frunzo el ceño y al ver la terminación de la marcación me hace recordar de quien es.

Romina.

Ha estado llamando en los últimos dos días. Realmente no sé qué este pasando o que necesite, para hasta apenas llamar. Tal vez se le quemó un mechón de cabello con la plancha por lo distraída que es, quizá no sabe que ponerse para impresionar a todo el mundo, o quizá solo quiera mover la daga que está en mi pecho.

Me detengo a pensar si es mejor seguir ignorándola como lo he estado haciendo, o si es mejor contestar esta vez.

Tomé otra bocada de aire y descolgué.

Sin en cambio, no hablé. Esperé a que la persona del otro lado de la línea lo hiciera.

—¿Hola? ¿Barbará?

Escuché que tomaba aire para después agregar:

—Emm... Se que estás ahí...—le temblaba la voz — no pensé que contestaras... Y emmm... no me has contestado, hasta hoy.

Aprete mis labios, aquello era ridículo, como toda mi vida desde entonces. Seguí callada y por instante estaba a punto de colgar hasta que dijo.

—Te extraño.

Con una risa amarga respondí:

—¿Me extrañas? ¡Vaya! No sabía que pudieras sentir ese sentimiento Romina

—Barbará yo... nosotros te extrañamos. — añadió.

De nuevo la daga.

Sabía perfectamente que tanto como ella y yo habíamos sufrido, pero el dolor y la culpabilidad ciega de la verdad.

—¿Qué necesitas? — pronuncié tangente. —¿Qué quieres?

Romina tardó un momento en contestar.

—No fue nuestra culpa, Barbará. — sabía que insinuaba. —Y tampoco la tuya.

Parece que la daga volvía a dar vuelta.

Se me cortó la respiración y comenzaban a picarme los ojos con las lágrimas.

—No me vuelvas a marcar.

Colgué. Temblorosa, dejé caer el móvil, recogí mis piernas y recargué mi cabeza en ellas.

De nuevo la sensación de llorar y no parar me llegó de golpe; como si estuviera consumiéndome poco a poco en un ahogo infinito.

Unas lagrimas salieron sin permiso haciendo algo borrosa mi visión. Miré todo lo que me rodeaba y no lograba entender nada.

Mi vida era insípida y sin chiste, como aquella película que acababa de quitar.

Seguí en esa posición con mi mente en blanco y mi mirada fija en la alfombra. Recordando las palabras de Romina, su "te extraño" concretamente. No sabía que razón darle, pero no quise darle algún significado para torturarme después, o que la daga se enterrara más.

¿Quieres empezar de cero? Te veo en CaliforniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora