tres

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capítulo 3.
en la fortaleza bélica de campanita y sus amigos


Hadas, por supuesto. ¿Cómo no se me había ocurrido?

Eso fue completamente sarcástico.

Antes de comer, Jisung sacó un frasquito de gomitas de una de las heladeras. Tenían tres, acomodadas contra una de las paredes y, adivinarán, conectadas en un revoltijo de cables que no inspiraba confianza.

— Mis vitaminas— dijo, aunque yo no le pregunté. Hizo caer dos gomitas rosadas en su mano y las masticó junto a una botella de agua que vacié cuando me la dio.

Mientras el estofado se calentaba, los cuatro esperamos recostados contra la encimera. La gente entraba y salía de las carpas en el galpón, nos miraban al pasar y hacían muecas. Por algún motivo, todo el mundo ahí dentro llevaba el cabello tintado de colores diversos; unos pocos lo tenían oscuro, otros lucían mechas coloridas como Jisung. En un momento se acercaron dos tipos a buscar fruta, vieron a Han y rieron entre ellos, como si compartieran una broma.

— Otro humano— oí a uno murmurar, un flacucho peliblanco al que habría desarmado de un golpe si no fuera porque su burla me desconcertó. ¿Cómo que otro humano? ¿Cuántos había ahí?

— Han lo hizo otra vez— le contestó el otro. Y no me sonó a una observación; parecía que él había dicho en voz alta un nombre. "Han lo hizo otra vez" se oía como el apodo de Jisung.

Se fueron luego de tomar lo que buscaban. Miré a los chicos esperando verlos molestos, pero ninguno me dio el gusto. Hyunjin revolvía el estofado con un cucharón de mango quemado, Felix suspiraba como si estuviera tan acostumbrado a eso que ya no le veía caso a indignarse, y Jisung se limitaba a comer sus vitaminas. Supuse que para Han "lo hizo otra vez" Jisung, las burlas eran algo común.

Aunque eso no explicaba todo el lío de "otro humano".

El estofado se veía tan mal como sabía, pero fui lo suficientemente respetuoso para no mencionarlo. En la cocina no había mesas, así que me hicieron comer parado y directo de un tuper. La cuchara era un trozo de alambre atado a un plástico deformado y medio derretido. Todo lo que veía era así; destartalado, remendado y sin un par, como si hubieran sacado sus suministros de acampado de un tacho de basura. Mi tuper era bajito, de plástico rojo. El de Jisung tenía diseño de flores y se asemejaba a una olla sin mango.

Oh, la olla. Sobre la cocina (la cocina de cocina, la estufa, donde se cocin- olvídenlo) había un balde con la profundidad del cosmos y el diámetro del universo. Tal vez exagero, tal vez no; para mí esa olla tenía la misma altura que Changbin. Era similar a la que se encontraría en los comederos comunitarios, tan grande que podía soportar el peso de la comida de decenas de personas. El alimento es tanto que a veces se pega en el fondo y acaba teniendo un sabor insulso -tal como ese estofado-, por lo que me dio la impresión de que estaba frente al almuerzo de todo el campamento. Los compadecía.

Comimos en silencio y sin mucho apetito. Me dio algo de vergüenza dejar comida en el plato/tuper, pero dudaba que el puré de estofado blando pudiera seguir pasando por mi garganta. Jisung comió con el mismo aspecto desinteresado que vi en él al despertar. Pese a que la comida estaba tibia y el aire caliente zumbaba a nuestro alrededor, él seguía llevando su saco de lana abotonado hasta el cuello. Cada vez que yo intentaba abrir la boca para hacer mis preguntas super válidas e inteligentes, Felix veía mi estofado sin comer y me insistía con la mirada para que siguiera. No entendía como adivinaba mis intenciones, pero después de la quinta vez acabé enfurruñado como un niño al que mandan a callar y me metí una cucharada colmada a la boca -muy mala idea, casi lo vomito.

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