Love At First Hate

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"Bien jugado, ángel..."

No hubo respuesta, ni siquiera irritación. Kurapika estaba acostumbrado a recibir descarados piropos de parte de los soldados mientras los atendía.

La enfermera terminaba de aplicar la última gasa en la herida del hombre. Aquellos ojos seguían fijos en la labor, aunque por dentro un ápice de intriga punzó su pecho.

"Mírame" le ordenó el hombre en voz baja.

Kurapika decidió ignorarlo, su rostro angelical era inexpresivo pero severo, aún si por dentro hacía rabietas constantes.

Chrollo adoraba esa actitud… Por el mismo motivo, estaba interesado por su siguiente reacción: 

"Sé que eres un espía", susurró Chrollo.

Y antes de que Kurapika pudiera responder, Lucilfer le sonrió cándidamente. 

"Mi silencio a cambio de tu atención, ¿aceptas el trato?"


___


El olor a pólvora y el humo de los escombros se esparcía por la calle como espuma de mar. Los disparos sonaban como cacofonías difusas a la distancia, una melodía infame casi permanente desde hace más de un año, cuando las tensiones entre diversas naciones del mundo detonaron un conflicto ineludible.

Era 1940 y la guerra estaba en su apogeo. 

Cientos de soldados, tanques militares, armas de todo calibre, y explosivos circulaban convirtiendo las calles en campos de guerra. Los comercios y edificios departamentales se convirtieron en ruinas. Los cadáveres de civiles y militares se esparcieron por docenas, indiscriminadamente, como marionetas inservibles.

En la radio, los líderes de cada nación alentaban a los hombres a sumarse a la milicia, a las mujeres a cuidar de los niños y a los niños a aprender diligentemente de la propaganda. Todo era político, hasta la comida era un asunto de guerra.

No era una época fácil para nadie.

Bajo este contexto, Kurapika Kurta, miembro de la División de Inteligencia de la Asociación Hunter, había sido convocado a una reunión de emergencia con sus homólogos y los altos mandos militares de Estados Unidos de Saherta y la República de Padokea. Fue algo repentino, tan repentina como podría ser una reunión a las 5 AM mientras se llevaba a cabo el tercer bombardeo de la semana en la capital.

Kurapika, a pesar del mal pronóstico, mantenía su imponente presencia en la sala como uno de los agentes destacados bajo el cargo del General Isaac Netero. El joven estaba ahí, vistiendo un traje de color azul ultramarino, zapatos de cuero negro y su cabello dorado perfectamente peinado. En su corbata se podía ver el sello de la agencia, el cual no cargaba con demasiado orgullo. 

No quería alentar más este conflicto.

Sin embargo, las veces en las que Kurapika recibió amenazas de muerte hacia su familia hizo callar sus insistencias en concretar una firma de acuerdos de paz, treguas diplomáticas con las naciones y la retirada de las tropas militares. No significaba su rendición, sino precaución. Kurapika se mantenía moviendo hilos tras bambalinas, no obstante, esta reunión sería decisiva para sus planes a futuro.

El General Netero entró a la sala. El silencio era sepulcral, los rostros largos y cansados siguieron con la mirada al hombre uniformado. En su pecho cargaba numerosas distinciones conmemorativas,  que para Kurapika, no eran más que prueba fidedigna de la imparable máquina de guerra que era ese hombre, el único que podía declararle la guerra al Reino de Kakin sin pestañear.

Kurapika no se inmutó al verlo, pero en el momento en que el teniente general Pariston Hill entró en la sala, supo que las cosas pasarían de ser complicadas a ser aún más difíciles. Lo vio en ese brillo divertido en los ojos sádicos del hombre, y en esa sonrisa ladina dibujada en sus labios. Apretó los puños. No podía asegurar que Netero hubiera sido activamente manipulado por Pariston, pero sí podía asegurar que buena parte de las estrategias y movilizaciones de las tropas fueron responsabilidad de ese hombre.

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⏰ Última actualización: Aug 12, 2021 ⏰

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I Don't Want To Set The World On FireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora