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Mientras tanto en la fiesta de disfraces de los Mori, Atsushi atendia la mesa donde servía el mochi, mientras la mascota de su mejor amiga la veía esperando a que le diera de comer

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Mientras tanto en la fiesta de disfraces de los Mori, Atsushi atendia la mesa donde servía el mochi, mientras la mascota de su mejor amiga la veía esperando a que le diera de comer.

—No, Stella, no puedo darte —Stella le veía con ojos tristes, el no pudo resistirse—, está bien, pero solo uno.

Mientras, su amiga Elise miraba a todos lados con nerviosismo, y un chico la perseguía.

—Señorita Elise, me dijo que bailaria conmigo en un rato hace dos horas.

—Karma... La verdad es que yo ya estoy esperando a alguien, ve a bailar con otra chica.

La chica le sonrió amable al pelirrojo que se retiró para bailar con alguien más, y se volteo a con su amigo.

—¡Dame todas las servilletas dame todas las servilletas!

—¿Pero que ocurre? ¿Para que las quieres?

—Estoy sudando como langosta en una olla... No llega, Atsushi, no llega...

—Tranquila Elise, él vendrá pronto, tal vez solo tuvo un pequeño contratiempo en el camino.

—¡No, esto es muy cruel! Mi príncipe nunca va a venir.

La rubia subió las escaleras, lagrimeando, mientras el albino la seguía diciéndole que no llorara.

—Elise, tranquila...

—¡Ya sé! Lo que pasa es que no estoy pidiendole a la estrella con fuerza —el albino miro a su amiga.

—Elise, con pedirle a una estrella las cosas no se van a solucionar...

—Por favor, por favor por favor por favor.... —repetia la fuerza mirando a esa estrella rojiza mientras imploraba con fuerza. Presionando sus manos contra su pecho, rogando al cielo.

—Elise, está bien, solo no te decepciones si no pasa nada...

Entonces, escucho como anunciaban el nombre del príncipe que iba a visitar la mansión del doctor Ougai, la rubia limpio sus lágrimas y arregló su maquillaje, el albino miro a esa estrella rojiza en el cielo, ¿Podría ser?

Mientras su amiga iba a conversar con el príncipe él volvía a su puesto repartiendo el mochi. Sin embargo, luego de una discusión con los hombres que le venderían aquel viejo molino termino por caer en la mesa donde servía el postre, terminando con la ropa sucia.

—¡Atsushi es hora! Con un poco de ese mochi seguro el príncipe acaba enamora– —la frase de la rubia se cortó al ver cómo su amigo intentaba limpiarse—, ¿Que paso Atsushi? —alguien le llamo, para que continuará su baile con el príncipe, el rostro de Elise se torció en una mueca dudosa—, por favor espere un poco tengo un asunto más importante que atender.

La rubia ayudo a su amigo a levantarse, y lo llevo hacia su habitación, donde el albino intento contener las lágrimas mientras pensaba en su discusión con aquellos hombres.

—Tengo algo que te quedará muy bien, espera un poco.

—Eres muy amable Elise, sin embargo no me gustaría usar un vestido.

—No es un vestido... Es... Algo que quería darte por tu cumpleaños, pero ya que ahora no tienes que usar creo que sería la ocasión adecuada.

La rubia saco un traje azul claro de su armario, aún lucía nuevo, y era de la talla del platinado, el chico intento rechazarlo, aunque no rindió ningún fruto y termino por usarlo, la rubia miro orgullosa a su amigo que parecía pertenecer a la realeza.

—Parece que era apenas ayer cuando tú madre nos leía cuentos de hadas en esta misma habitación... Y ahora yo estoy viviendo mi propio cuento —hablo la rubia, poniendo una corona falsa sobre el más alto, que solo agachaba la mirada con tristeza, pero no decía nada, para no arruinar la noche a su amiga, y para que no peleará con aquellos hombres con los que discutió.

—Vuelve con el príncipe, Elise, el ya te ha esperado demasiado. Muchas gracias por todo Elise.

El platinado acomodo la tela azul brillante que la chica rubia acomodo en su cintura, y tomo de su ropa sucia aquella imagen con la que su padre le prometió crear un hermoso restaurant, por muy poco lo lograría, estaba tan cerca, se había matado día y noche para conseguir su restaurante y se lo habían arrebatado de las manos.

Miró hacia aquella estrella rojiza a la que su amiga le rogó para que llegara su príncipe, y suspiro cansado.

—No puedo creer que este a punto de hacer esto, increíble...

Pego a su pecho aquella imagen, apretandola contra su corazón, y murmuró con fuerza: —Por favor estrella del atardecer, por favor, por favor, te lo ruego...

Cuando se sintió lo suficientemente tonto como para rogarle a una estrella agachó la mirada, y se sobresalto al ver junto a él a un sapo, irónico, como lo que le ocurrió cuando era un niño.

—¿Y que? ¿Quieres que te bese ya?

Rodó los ojos, y le pareció ver al sapo sonreír, cosa que lo asustó.

—Bueno, antes prefiero tomar un café, pero si tú lo pides no soy quien para negarme.

—Bueno, antes prefiero tomar un café, pero si tú lo pides no soy quien para negarme

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