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Sintió el escozor en su mejilla una vez más, esta vez se tomó un poco más de tiempo antes de volverse a poner de pie.

Ahí estaba Jeon Jungkook de nuevo, contando hasta diez en medio del mismo callejón de siempre, calmándose para no regresar los golpes que esos bastardos le propinaban.

—Parece que a los Jeon les encanta que los jodan, siempre portándose mal.- El oficial sonrío mostrando sus dientes torcidos. —Y ni hablar del más pequeño, ese rubiecito, me pregunto si será igual de travieso en mi cama.

Para cuando las risas de los policías llegaron a sus oídos y las palabras que le martillaban el cerebro agotaron su paciencia, el juego había terminado.

Para todos esos cabrones. Y para él también.

Tomó con fuerza el brazo del oficial y lo dobló hasta escuchar sus gritos de dolor, le propinó patada tras patada en la boca del estómago, cobrando su venganza. Atacó a otro hombre tomándolo del cuello y estrellándolo con el muro de concreto, el enojo drenaba su sangre hacía sus nudillos y el solo hecho de recordar las palabras asquerosas y sucias con las que se referían a su hermano le volvían loco.

Lo convertían en un desquiciado.

Azotó su puño una vez más en la mejilla del bastardo al mando, viendo sin pudor el rostro rojo y el fluido espeso creando mancha en el pavimento, sonriendo cínico al escuchar los balbuceos y quejidos de los demás cabrones en el suelo.

Y allí estaba Jungkook de nuevo, en la estación de policía siendo azotado en la espalada por romperle la cara a los compañeritos de mierda de la autoridad.

Un clico vicioso.

y Jungkook era un adicto.

Cuando su estado vagaba entre el aturdimiento y la vigilia sintió como era empujado escaleras abajo y aterrizando en el duro pavimento.

Oh su lugar favorito.

—Sigue así y harás que tu puto hermano termine tan mierda como tú.— El oficial le escupió mientras volvía dentro.

Su cuerpo inmóvil por el dolor se quedó en el suelo afuera de la comisaria, trató de moverse pero el trabajo en la fábrica, los golpes y azotes le noquearon duro, y ese suelo en la gélida noche se sentían comodísimos si lo comparaba tener que llegar a la mierda que llamaba casa.

Podría quedarse allí por siempre en lugar de volver. 

Pero no lo hacía porque él no se levantaba del suelo para ir a casa.

Él se levantaba aún si estuviera casi muerto porque tenía que llegar a su hogar.

Su hogar, el que quedaba dentro de la casa que tanto odiaba, un pequeño rinconcito al final del pasillo, con una cama calientita y una persona que amaba y le importaba.

No se dejaba vencer solo por verle sano y salvo y sin un rasguño en la piel.

Arrastró sus pies hacia la calle principal, pasando todos los puestos cerrados y siendo acompañado por los gatos callejeros maullando. Dio vuelta en la pequeña glorieta y ¡Bingo!, La mancha de sangre y algunos cuantos dientes del puto oficial seguían adornando el suelo de ese callejón.

Pero no volvió para llevarse un recuerdo de ese malnacido a casa, volvió por lo que le metió en ese lío.

Se arrodilló frente al muro de ladrillo y zafó con facilidad dos de ellos, dejando ver en el pequeño escondite una bolsita de tela sellada con una cuerda. Sonrió cuando la tomó entre sus manos y siguió el camino a casa.

Casa, edificio, basurero. Muchos sinónimos para ese cuchitril. Una inmensa construcción hecha por el nuevo mando para que su gente se unificara, decían ellos. La verdad es que apenas unas cuantas docenas de aquellos apartamentos estaban habitados. La gente moría a diario, de hambre, frío, en la fabricas, por la policía.

La gente iba y venía.

Jungkook tenía claro eso.

Por eso al pasar por el patio principal de su edificio y ver a esos chicos de su edad drogándose y hablando en los viejos juegos que adornaban la entrada, pasó de largo, incluso si lo invitaban a unírseles cada vez. No quería relacionarse con nadie, alguna vez tuvo amigos, pero como se dijo, la gente viene y se va.

Se tomó del pasamanos de las escaleras viendo con recelo su destino frente a él, siete pisos arriba con la espalda abierta y la boca seca. Genial... Cerró unos segundos sus ojos, meditando si realmente tenía que llegar, pudiendo quedarse perfectamente dormido en las puerta del edificio.

Pero era importante, no pasó tanta mierda en un día para que unas tontas escaleras le detuvieran.

Comenzó su paso y en el cuarto piso se pregunto verdaderamente si las escaleras eran realmente tontas o el tonto era él.

Agradeció a quien fuese que le escuchase cuando vio en número siete en blanco en la pared. Tomó con más fuerza la bolsita entre sus manos y antes de abrir la puerta número setenta y tres, la guardo en los bolsillos de su cazadora.

El olor a ron le inundo las fosas nasales y el ruido del televisor le puso tenso, era viernes. Él no debería estar en casa.

Pero lo estaba.

Inconsciente por el alcohol en el piso de la sala.

Jungkook avanzó y miró con disgustó al hombre en el suelo, agarró el control remoto y apagó la televisión.

Podría haber tenido un gran día, si no hubiera sido por eso.

Y... su parada en la comisaría.

Suspiro pesado y llegó a la cocina, tomo un vaso de agua que supo a gloria y recordó porque estaba allí y no muerto.

Se encaminó hacia el pasillo y notó que la luz del otro lado de la puerta se colaba por debajo. No pudo evitar emocionarse y caminar más rápido y antes de abrir la puerta por él mismo, un rubio le encaraba y cuestionaba el estado de su cara y el por qué llegaba tan noche.

Como le tomaba de la mano y le recostaba boca bajo en la cama para curarle sus heridas mientras cantaba regaños que Jungkook ya sabía de memoria.

Esa voz, esa cara y esa sensación era lo que lo mantenían de pie. La causa por la que aguantaba el trabajo de fábrica, al ebrio de su padre y la mierda de mundo en el que vivían.

La razón por la que a los dieciséis con un cuchillo en la mano, decidió no quitarse la vida.

El motivo por el cual tenía una cicatriz en su mejilla y no una bala metida en su cráneo.

El por qué de su existencia se encontraba recostado boca abajo junto a él, con un audífono en su oído escuchando have you ever see the rain de los creedence en un reproductor que robó esa tarde del super mercado y que por esa sonrisa perfecta y las pequeñas caricias en su mano, lo haría una y otra vez.

El mundo se caía a pedazos ahí afuera, pero en esas cuatro paredes donde solo podían existir ellos dos, el mundo era un lugar en silencio y el poder lo tenían ellos.

<3










》κενόψια《 •KOOKMIN•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora