☽ CUATRO & CINCO ☾

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Kagome Higurashi

El cielo del Sengoku estaba en todo su esplendor con la paleta de tonos naranja, rojo y amarillo, con la forma de las nubes que tomaban un tono azul opaco, lo que significaba que estaban cargadas de agua. El espectáculo era completamente majestuoso y en otras circunstancias estaría extasiada, pero en mi mente solo podían rondar los cachorros Ookami–Inu.

Ya había transcurrido una semana desde que me enteré de que ese pequeño —no tan pequeños en realidad— par de Youkais podrían morir y no podía hacer nada al respecto.

Me sentía tan impotente.

La mayoría del tiempo parecían completamente sanos saltando de aquí para allá, como un par de niños juguetones. El problema llegaba cuando de la nada se venían en vomito o comenzaban a temblar sin tener posibilidad de ponerse de pie por un par de horas, incluso el olor a azufre que desprendía su cuerpo era evidente para mí y mis amigos.

Pero como decía, no importa que tan mal estén, ese pequeño par diablitos insistían en que debería acercarme a Sesshōmaru, y que era un buen partido, que esto y aquello.

No lo negaré, si el no tuviera tanto repudio a los humanos intentaría algo con él.

Aún con la vergüenza que me provocaba su lata con ese tema, emocionó mi corazón, no por su apego a qué esté con tan atractivo Lord, sino porque cuando les pregunté porque insistían tanto en ello, me respondieron que querían irse al otro mundo sabiendo que estaría feliz junto a alguien que me supiera valorar.

Son tan buenos niños.

Ya era de noche, mis amigos estaban dormidos y estábamos en una cueva para refugiarnos de la leve capa de nieve que prevalecía en el exterior. Miré a todos a mi alrededor sabiendo que no podría volver a dormitar.

Sango estaba en un saco que le dí, al igual que el monje Miroku.

Ambos sacos eran muy grandes, así como para dos personas, pero con la "mano maldita" del monje era mejor no arriesgarse.

Shippo estaba en la otra parte de mi saco, mientras InuYasha y Kikyo compartían un saco, acurrucados entre sí. Miré a los cachorros junto al casi extinto fuego, buscando calor extra entre ellos.

Me levanté con cuidado de despertar a mi pequeño Kitsune, y me acerqué a mis pequeños protegidos, notando que estaban despiertos.

Tuve una conversación en voz baja con ellos y sugerí ir a pasear al darme cuenta de que ellos tampoco podían dormir, así que me alisté con una chamarra para mí y una manta gruesa para cada uno de ellos, y obviamente con mi arco y flechas.

Caminamos por el bosque conversando sobre cualquier cosa, el paseo era bastante ameno pero cuando estábamos apunto de regresar al campamento improvisado un resplandor azul celeste llamó mi atención, así que con la curiosidad desbordado me acerqué junto a Lápiz y Rubí a dónde provenía ese resplandor.

Al asomarnos entre los árboles contemple un hermoso lago rodeado de rocas y un cascadas que parece que no tiene fin, la flora era algo exótica y parecía brillar bajo la luz lunar, el fondo del agua brillaba con una leve y tenue luz celeste que hacia todo mágico.

— Es hermoso.

La imagen era digna de un cuadro, y solo deseaba que pudiera recordarlo lo suficiente como para ilustrarlo en uno de mis lienzos.

— no sabía que en esta época ubiese tantos pinos, pero es algo magnífico ¿no lo creen?.

Giré a ver a Rubí y a Lápiz, pero quedé horrorizada cuando los ví en el suelo convulsionando y botando espuma por la boca mientras su pelaje parecía empezar a caer dejando atrás heridas que parecían quemaduras, como si su cuerpo estuviera comenzando a descomponerse desde a adentro hacia afuera mientras el olor a azufre era insoportable.

Hasta Encontrar La Felicidad [Sesshome]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora