CAPÍTULO 2

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Sus ojos se abrieron con grata ilusión cuándo pudo atravesar el gran portal del castillo y se adentraba en sus paredes. Tomada de la mano de Eren observó cómo todo estaba bien decorado, con luces que se verían muy bien en pocas horas, cuándo anocheciese. En cada esquina había jarrones llenos del flores, lo que la sorprendió fue ver que éstas plantas eran exóticas, propias de Hizuru.

Mikasa sonrió al ver tales cosas y su agarre en la mano del Jeaguer se hizo más profundo. Podía recordar todas las veces que había jugado con Eren y Zeke de pequeños a pillarse justo delante de la gran sala del trono.

De un momento a otro todas las pertenencias de la hizuru habían sido llevadas a su alcoba y aunque la Ackerman había tenido el impulso de querer colaborar en esa tarea, recordaba que no estaba en un convento, estaba en la gran fortaleza de Eldia.

Volvió a dirigir sus bellos ojos grises al frente y se encontró con unos color miel muy destacados entre la multitud de nobles que se encontraban ahí.

— ¡Carla! — exclamó con entusiasmo al mismo tiempo que soltaba la mano de su compañero.

La mencionada abrió sus brazos con una sonrisa en su rostro y así recibir a la azabache estrujándola contra su pecho.

— Cuánto has crecido, Mikasa.— susurró la mujer cerrando sus ojos y acariciando el cabello negro de la menor.

Eren para ese momento ya había dado media vuelta. Debía darles un tiempo a solas, o esa era la escusa que había plantado en su cabeza, pero él mismo sabía que no se trataba de eso.

Su cabeza estaba demasiada ocupada pensando en las líneas de frente, quizá en las montañas o el campo, en el mismo océano, pero jamás reinando al lado de la Ackerman. Había comprobado que, pese a su misma edad, ella era aún demasiado inocente, incluso infantil, sus ojos sólo revelaban aquello, no había nada más, probablemente porqué había estado metida diez años con monjas que sólo la habían enseñado a rezar. No estaba preparada para el trono, ni Eren ni ella.

Aquel abrazo que su misma madre le había ofrecido comprobaba que a Mikasa, pese a ya ser reina, aún le faltaba mucho por aprender como noble.

Eren no entendía su irritación, pero mientras pasaba por los pasillos de la gran casa se cruzó con un rubio se provocó una sonrisa en su rostro.

— Por fin llegas.— murmuró él Jeaguer al mismo tiempo que se acercaba a abrazar a su contrario.

— El pueblo estaba alterado y me gustaría que su alteza pudiese explicarme qué sucede.— bromeó haciendo énfasis al honorífico con el que se refería al castaño.

El de ojos verdes trazó una fina línea con sus labios.

— Mikasa ha vuelto, Armin.— habló con el rostro serio logrando que el mencionado abriese sus ojos con asombro.

— ¿Mikasa?— interrogó para recibir un asentimiento por parte de su contrario.— Cielos, cómo hablaba.— rió trás eso.— Me gustaba, la verdad.

Eren alzó una ceja ante el último comentario.

— Está sofocando la boda de mi hermana.— habló el joven príncipe.— Faye tiene que tener una gran celebración y el hecho de que Mikasa haya llegado justo hoy hace las cosas complicadas.

— Sin embargo, amigo mío, Faye quiere mucho a la hizuru.— comentó Armin.— Es increíble que sea menor que tú y ya se esté casando, eso sí complica las cosas a ojos de otros reinos.

Entrecerró los ojos y miró mal a Armin. Aquel joven rubio de ojos celestes había sido su amigo de la infancia, siendo él el hijo del duque de una provincia de Eldia. Armin Arlet tenía una gran herencia, aún así, había querido trabajar para Eren siendo el heredero real y una vez cuando reinase.

Deep In A Kingdom {EreMika}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora