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Aquel lugar cubierto de joyas, oro y plata por doquier, en cada rincón de grandes habitaciones con candelabros majestuosos que no hacían más que hacer notar la grandeza del palacio desde los cimientos hasta las torres más altas, un lugar donde grandes cuadros familiares se alzaban en las paredes.

Un príncipe con un porte elegante, a pesar de poder notarse en aquel angelical rostro el desdén de su día a día, en sus ojeras que eran cubiertas para no dejar a la vista el rostro del mismísimo cansancio, su cabello que siempre cambiaba para poder ser el centro de atención, sus manos delicadas que si mirabas de cerca se podía notar como faltaban pequeños pedazos de piel en sus dedos por el constante estrés que pasaba, una costumbre que odiaba, pero no podía dejar.

Todos pensarían ¿Qué puede estresar a alguien que lo tiene todo? ahí mismo estaba la respuesta, el tenerlo todo no llegaba gratis y él debía ser el accesorio perfecto para los reyes, un hijo perfecto de pies a cabeza, educado para llevar conversaciones de todo tipo, aunque odiara el tener que hablar demasiado, para que encante a la gente y sea al gusto del público, por más que no lo quisiera, él estaba criado para ser amado y visto como un próximo rey.

Estaba perdido en sus pensamientos, los zapatos hacían eco por cada pasillo del palacio mientras se dirigía a su única burbuja de paz: ese jardín donde sus padres nunca ponían un pie y donde los empleados solo se encargaban de mantenerlo en funcionamiento. Apenas su presencia se hizo ver en el verde lugar los empleados salieron sin decir media palabra dejando al príncipe disfrutar de su soledad mientras los aromas y el viento lo envolvían en aquella banca bajo un gran árbol de manzanas que eran la delicia para las tartas que tanto amaba.

Ni siquiera había pasado demasiado tiempo desde que estaba ahí con su mente que vagaba entre los cantos de las aves y sus propios pensamientos, logro divisar un extraño que sin miedo había saltado las paredes cubierta con arbustos que rodeaban el palacio, su curiosidad y enojo le gano por sobre el miedo. Sin pensarlo ni un poco se acercó al desconocido con firmeza, y por sobre todo lo que pensaba el hombre que ahora lograba ver mejor le dio una sonrisa que podría llegar a ser encantadora en otras circunstancias.

- hola bonito ¿por qué me miras así? ¿esa es forma de tratar a los invitados?

La forma tan atrevida de dirigirse a él lo tenía completamente sorprendido, ¿siquiera sabía con qué clase de autoridad estaba hablando? Ese hombre realmente debía ser un idiota o un suicida, tal vez ambas. Pero por más que odiara admitirlo, le daba cierta gracia la confianza que desprendía.

- ¿Disculpa, pero sabes quién soy? Podría mandarte a lo más profundo de este castillo si quisiera y ni tu bonita sonrisa ni nadie te salvaría por algo tan grave como invadir un espacio totalmente privado como este.

Se podía oír y sentir como puro veneno, en realidad el hombre de más altura debía admitir, si le dio algunos escalofríos, pero la cara roja de enojo del principito le podía más que cualquier amenaza que le hiciera, así que solo se dedicó a sonreír con cierta arrogancia mientras se acercaba al rostro del joven, notando esas pequeñas mejillas ahora rojas por su atrevimiento.

Soltó una carcajada antes de tomar su mano como si nada, llevándolo tras los arbustos de arándanos, escondiéndose de una de las muchas sirvientas que pasaba solo a supervisar. Le dio una pequeña sonrisa al chico a su lado que al principio quedó casi pálido por la acción tan repentina, pero por más que trato de evitar, una linda risa salió de sus labios color cereza como muy pocas veces lograba suceder tras las paredes de ese lugar.

- Que poco educado de mi parte no presentarme ante el príncipe heredero, soy jay, es un placer ver el rostro de un muñeco de porcelana como tú, cariño.

५ :・゚ Fairytale  ! ✧  • •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora