Meredith

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Podría haber sido una mañana más, pero fue un día especial para Meredith.
Al despertar y luego de agradecer a Dios por un nuevo día, comenzó a prepararse para su salida de recolección de hierbas, necesitaba una en especial, poco común para llevar al Nemeton.
Nemeton era un santuario sagrado, lugar donde los celtas practicaban su culto bajo la dirección de los druidas.

Llevaba consigo su morral, frutas, agua y su cuchillo para recolectar.
Comenzaba su camino, el cual le tomaría un par de horas de caminata hasta adentrarse en el bosque, porque lo que necesitaba era muy particular. 

Le encantaba hacer la caminata, tocar las hierbas con las manos, caminar sintiendo los aromas, e incluso el olor a tierra mojada, lo que más le gustaba era el sonido mezclado, de la brisa con las ramas de los árboles, pensaba que la naturaleza le decía cosas y protegia mientras caminaba. 

Aquella mañana, en su camino, la chica encontró en el bosque a una anciana, era Druidesa, mujer de aquel Druida de la región. 
—¿Dónde va Jovencita? No hay mucho en la isla de Anglesey— Preguntó la anciana en lengua celta antigua, no en Gales.
—Soy de Moelfre, pueblo que queda al norte de Gales, acá mismo en Anglesey, se que estoy bastante alejada, me dirijo a buscar un hongo que solo lo encuentro cerca de aquí el Amanita Muscaria—respondió Meredith 

 —¡Si! Lo he visto, eres muy joven espero sepas lo que haces.
La anciana le regaló una olla mágica, no la conocía pero aceptó el regalo, era Druidesa no había por qué temer. 

Contenta, ella continuaba con su viaje. Mientras, pensaba lo que necesitaba para preparar su brebaje, en su lista mental había leña, algo para prender el fuego.  Pero para ello faltaba. 
Continuó varios kilómetros más, hasta que encontró el hongo, utilizando su cuchillo para cortarlo, lo tomó y con mucho cuidado lo colocó en el morral. 

Decidió antes de emprender el regreso, descansar un poco, comer sus frutas y beber agua. Se sentó en un tronco hueco con moho y algunas ramitas. 
Mientras reponía fuerzas, observaba lo alto de los árboles, las aves, los insectos en la tierra, lo hermoso de la creación.

Emprendió la vuelta, contenta de haber llegado a su hogar preparó la poción, se bañó y se puso su vestido para el ritual a Dios. Ese ritual era muy importante para ella, ya que pediría por el alma de su padre que había fallecido hace unas semanas, los celtas creían en la reencarnación, en la inmortalidad del alma y su existencia en otro mundo. Para ellos la muerte era el momento de separación, tenían gran concepción de la verdadera naturaleza de Dios. 

Estaba sola, pero sabía todo lo necesario, había aprendido el último año como apañárselas, porque sabía que su padre moriría. 
Tristemente, Meredith no tenía a nadie, se tenía a ella misma. Su amor por la naturaleza, el amor a Dios, la habilidad de saber que poción crear para cada enfermedad, malestar o ungüentos para sanar heridas. 

Le gustaba ayudar a quien necesitaba en el pueblo, las personas la adoraban y siempre estaban pendiente de ella, pero más necesitaban de ella, que ella de ellos. 

Planeaba una gran aventura, visitar a su tía pero estaba en Irlanda del Norte, debería cruzar el mar irlandes ya que ella estaba en Reino Unido. Mientras, pensaba en seguir vendiendo ungüentos y pociones para juntar lo suficiente y partir,  calculando un año más por lo menos.

La valiente y preciada Meredith, era tan fuerte que todos pensaban que era una protegida de Dios y que tenía un futuro muy prometedor con muchos planes en él.

Al pasar el año reunió el dinero suficiente y se marchó, nadie más oyó de ella. 

En la actualidad se dice que en donde están las ruinas de su vieja choza, después de tantos siglos, una vez al año, se ve a una joven con ropa que no es de esta época. Sentada con los brazos extendidos, sintiendo la brisa que viaja entre los árboles, moviendo sus copas y provocando un sonido singular cuasi melódico.

Meredith de AngleseyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora