El amor es sordo

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Kim Jongin ingresó en un café que muchas veces había visto de paso hacia su casa, pero nunca se había detenido a entrar y darle su veredicto. El sitio era pequeño, pero agradable; tenía mesas en el exterior con sombrillas, mientras que en el interior habían bancas de madera que le daban un estilo bastante original al lugar, el cual estaba iluminado por pequeños focos de un tenue color oro.

Cuando se sentó, un chico de baja estatura se acercó a él para atenderle; para ser asiático tenía los ojos demasiado grandes. El nombre que alcanzó a leer en su placa era Kyungsoo.

-Un capuccino, por favor-  pidió con una ligera sonrisa.

El chico preguntó si se le ofrecía algo más.

-No. Muchas gracias.

Haciendo una pequeña reverencia, haciendo gala de la educación que le exigían tanto en su empleo como en su hogar, el joven de nombre Kyungsoo se retiró para encargar la orden de Jongin, quien se colocó unos auriculares, extrajo una pluma del bolsillo de su pantalón –siempre solía cargar con una- y empezó a hacer garabatos en una servilleta.

De pronto, notó que hubo mucho movimiento a unas cuantas bancas delante de él, en donde parecían estar felicitando a alguien por su cumpleaños dándole varios abrazos. Y justo frente a la caja registradora, estaba el mesero que le había atendido, Kyungsoo, delante de un micrófono, cantando.

Jongin esbozó una sonrisa. Las miradas de ambos se cruzaron y Kyungsoo se sonrojó avergonzado, buscando otro punto en el cual poder centrar la vista; sin embargo, podía sentir la mirada de Jongin sobre él.

Minutos después, Kyungsoo se acercó a la mesa de aquel joven que escuchaba música con sus auriculares puestos, para hacerle entrega de su café.

-Gracias-  le agradeció Jongin amablemente.

Y luego de que Kyungsoo diera una reverencia antes de dar media vuelta, Jongin se dijo que volvería para tener la oportunidad de conocer a aquel chico, al cual no podía quitarle los ojos de encima.

Aquel fue su primer encuentro. Kyungsoo lo recordaba hoy en día al pie de la letra, desde lo curioso que le resultó que el chico se pusiera a dibujar en una servilleta, hasta lo incómodo que se sintió cuando tuvieron un contacto visual durante unos segundos. Luego, se llevó una enorme sorpresa con respecto a Jongin.

En la tercera ocasión que se encontraron, el moreno leía un libro con auriculares puestos, así que no pudo percatarse de que Kyungsoo volvía a cantar para alguien que festejaba algo en especial.

Una servilleta se deslizó silenciosamente sobre la página que Jongin leía.

¿No te gusta cómo canto?

 

Jongin arqueó las cejas con sorpresa y alzó la vista para mirar a Kyungsoo, quien se hallaba sentado justo frente a él; aparentemente su medio tiempo había terminado por aquel día.

El moreno cerró el libro y se dispuso a escribirle una respuesta.

Amor ciego sordomudoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora