La casa de Steph es muy, demasiado, grande. Es de 3 pisos, con un jardin precioso, que llamo desesperadamente mi atención.
De una forma muy rápida Rose desapareció de mi vista, como era de esperarse. Simplemente me senté cerca de la pista observando como todos lo que estaban ahí, chocaban sus cuerpos de una forma rara y alocada a la vez, después de un rato logré ver a Rose bailando con un chico muy atractivo que ya había visto antes en mi clase de química, es uno de los chicos malos que se sientan hasta el fondo, haciendo bromas e impidiendo que la clase se realice, creo que como pareja funcionan bastante bien.De pronto, sentí como una voz grave y muy ronca decía algo detrás de mi oreja.
-Ven a bailar conmigo Preciosa.
Negué con la cabeza, sin aun mirarlo, ¿bailar conmigo? Ja, yo bailar por favor, tengo dos pies izquierdos, es algo de lo que me avergüenzo muchísimo.
-Siento decirte que no fue una pregunta.
Y ahí fue cuando por fin logré verlo, unos hermosos ojos esmeralda, me miraban fijamente, al parecer lo que me dijo antes no fue una broma ni nada por el estilo.No tengo idea como estoy haciendo esto, estoy parada enfrente de ese chico, ¿bailando? De seguro lo estoy haciendo pésimo, me sorprende que seamos los únicos que no estamos chocando nuestros cuerpos con deseo como los demás, ¡Oh, no! Aqui vamos, pasa su mano derecha por detrás de mi cintura acercandome bastante a el, con la otra de toma de la cadera, haciendo que sienta una corriente que sacude mi cuerpo, ahora si que estamos bailando como los demás. Finalmente coloco mis manos sobre su pecho para poder alejarlo un poco de mi cuerpo, una sonrisa torcida nace entre sus labios dándome respuesta a que le desagradó lo que acabo de hacer, lo que ocaciona que me aferre a él, colocando sus manos en mis caderas haciendo que me sea imposible alejarme. Realmente este chico me asusta no se que quiera lograr conmigo.
-¿Tu nombre es Aime no es así?
¡¿Que?! Como sabe mi nombre, la única que lo sabe es Rose, ni siquiera los maestros lo saben.
-Si, ¿como lo sabes?
-Yo lo sé todo Preciosa.
-Bien, ¿tu eres?
-Christian Hecht.
Seguía con la maldita idea de como sabía mi nombre, además jamás lo había visto en la escuela o en alguna de mis clases, ¿o si?
De pronto, senti como algo crecía entre él y mis caderas, no podía sucederme esto, por Dios!
-Preciosa, dime que estas sintiendo esto, porque dejame decirte, que todo esto es todo lo que te deseo.
Y así fue como conocí a Christian Hecht.