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Ya había pasado dos semanas desde la muerte de Joan y seguía en su casillero las dedicatorias de nuestros compañeros a él. Supongo que para los padres significaba mucho que le hicieran ese homenaje pero todo eso era una basura, ninguno de ellos lo conocía, ni siquiera yo. De pie frente a las flores y las cartas esperaba que tocara el timbre de la próxima clase. Iba a abrir el casillero de Joan a ver qué podía encontrar algo que me ayudara a responder esta montaña de preguntas sin respuesta que tenía.Con un movimiento ágil de muñeca y una presilla de pelo el candado cedió. Cuando se quedó el pasillo vacío busqué entre libros, lápices, hasta que un paquete negro llamó mi atención. La caja no tenía una etiqueta ni un mensaje ni nada. La abrí y en ella había una pulsera de oro con incrustaciones. Miré por dentro y estaba escrito un nombre, el nombre de ella...el nombre de mi hermana.
Solté la caja y sentí como el aire se escapaba de mis pulmones. Era una pulsera de mi hermana... de mi hermana muerta. Mi espalda golpeó los casilleros en lo que un sollozo salía de mis adentros .-Mi hermana- repetía en el suelo pegando la pulsera contra mi pecho. Los recuerdos volvían a mi de manera arrebatadora.
...........

-Miranda que estás muy pequeña para esas cosas, espera crecer un poco más y te llevo- le dije revolviendo su cabello castaño. Mi hermana pequeña de 14 años me hacía pucheros para que la llevara de fiesta con mis amigos. Pero no estaba dispuesto a que se relacionara con gente mayor aún.. y menos en esos sitios.. aún no.
-Por favor Spencer, ya todas mis amigas andan con gente grande menos yo- decía Miranda con su voz chillona. Se había maquillado un montón para verse mayor pero eso la hacia verse aún más niña. Me reí bajito mientras me ponía la chaqueta- ¿De qué te ríes eh? ¿No me veo sexy?- dijo haciéndome ojitos y poniendo cara de coqueta. Ahí si tuve que reírme, no me pude contener. Lo malo es que Miranda se estaba poniendo roja de vergüenza y rabia. Eso no es bueno.
-A ver, tata. No vas a ir. Fiestas aún no. Anda a jugar con tus muñecas- le dije aún riéndome. Ella me fulminó con los ojos y se marchó sin decir nada.
Genial. Ahora no me habla en días pero es por su bien. Cogí mi móvil y me fui para la casa de Sebas.
En la fiesta pude haberla pasado mejor, Sebas siempre llenaba su casa de chicas lindas pero no tenía muchas ganas de eso.
-Oyee¿qué dices si nos vamos para una fiesta con menores?- escuché que le dijo Andrés a Sebas. Andrés era el típico gilipollas abusón y con pasta que se creía el ombligo del mundo. Tenía hasta una pandilla.. una partida de bobos es lo que son- Ya esto está cansón.. y ya creo que me follé a todas las que vinieron.. necesito carne nueva- decía con su cara de cabronazo provocando las típicas risas de los bravucones de su grupito.
-Nah, tengo que limpiar todo esto antes de que vengan mis padres o me cortan el agua y la luz- le respondió Sebas. Andrés pone los ojos en blanco y se pone de pie.
-Vámonos chicos. Tú te lo pierdes- dijo el estúpido ese y se fue con sus lamepatas sabe dios a dónde.
-Yo siento que fluye mejor el aire- le dije a Sebas , que empezó a reírse.
- Así es- me dijo y fue por un trago.
Luego de unos días supe que a esa fiesta a la que iba Andrés de menores había ido mi hermana. Esa fiesta la cambió. Hasta hoy nunca supe que fue lo que pasó... pero ciertamente fue el primer evento que llevó a la muerte de Miranda. Hoy me arrepiento de no haberla dejado ir conmigo, al menos allí hubiera estado protegida, al menos allí no le hubiera pasado lo que sea que le pasó..
Miranda se empezó a escapar de casa y les mentía a mis padres, incluso a mí para irse de fiesta. Hasta que ya no mintió más, sólo hacía lo que le daba la gana y si no la dejaban salir se fugaba. Ya ella no me hablaba ni me contaba sus cosas. Era otra.
-¿Miranda a dónde vas?- le dije en la puerta de su habitación. Llevaba un vestido corto y toneladas de maquillaje que una niña no debería llevar. Miraba a mi hermana que hasta hace un tiempo me pedía que la enseñara a montar bicicleta y no la reconocía. Cogió su bolso y se paró frente a mí.
-¿ A ti qué te importa?Aparta- intentó pasar pero no la dejé. Ya esto había ido demasiado lejos.
-No irás a ninguna parte. Soy tu hermano mayor y así no vas a salir. Aprovechas que mamá no está en casa para irte y eso no seguirá así- le dije severo.
-Métete en tus asuntos Spencer. Que tu no tengas vida social no es mi problema. Yo voy a salir y si no me dejas me fugo y ya está. Porque yo hago lo que me da la gana...- yo la había dejado de escuchar e hice algo que nunca me voy a perdonar: la abofetee. Esa persona que me hablaba con esa desfachatez no era mi hermana. Cuando vi sus ojos llorosos como cuando se lastimaba de niña jugando  me arrepentí de lo que hice.Tuve asco de mí. Había golpeado a mi hermana pequeña. Miranda se tocó la mejilla adolorida y me miró con rabia- ¡Maldito imbécil de mierda! ¡Te odio! ¡Esto es lo que le haces a tu hermana! Yo ya no sé que hago en esta casa. Me piro de aquí. Igual yo sé que eso te importa un carajo...- escupió y se limpiaba el rimel de los ojos.
-Miranda perdóname, ven vamos a hablar- le dije y le tomé el brazo con delicadeza pero ella se soltó de mí.
-¡No te atrevas a tocarme! No quiero volver a verte. Tu no eres ya mi hermano¡Vete a la mierda Spencer!-me gritó y me empezó a golpear con sus pequeños brazos en el pecho. Ella lloraba y me hacía daño pero no tanto como el que me hacía por dentro. Yo trataba de no lastimarla sosteniéndole las manos pero no paraba de empujarme y golpearme. En un momento me dio un golpe con la rodilla en el estómago que hizo que la soltara. Me puse la mano en el estómago e hice una mueca de dolor. Mi hermanita me había soltado un rodillazo para que la dejara salir. ¿Cómo hablamos llegado a esto? Me duele tanto que esto esté pasando, que  esté perdiendo a mi hermana. Me duele que no me escuche. Ella miraba el lugar donde había estado su rodilla antes y ya no había rabia en su rostro, sino arrepentimiento... creo. Se alejó y pasaba sus manos en su pelo. Me incorporé y me senté en la cama. La invité a sentarse y ella accedió. Parece que la furia de segundos atrás había pasado así tan rápido como llegó.
-Miranda no salgas- le imploré. La miré a los ojos y por un momento creí ver a mi hermana de nuevo.
-Está bien, me quedo pero déjame sola. No quiero verte- me dijo. Miranda me dio la espalda en la cama esperando que yo saliera.
-Tata, tenemos que hablar de lo que te está pasando, no estás bien...-
-Estoy perfectamente.. sólo déjame sola- me cortó ella sin llegar a ser brusca. Sabía que debía darle tiempo para pensar, sólo por eso la dejé tranquila.
-Está bien. Estaré abajo por si necesitas algo- le dije y cerré la puerta tras de mí.
Ojalá no la hubiera dejado sola, ojalá no hubiera bajado las escaleras pensando que ella estaba arriba y no saliendo por la ventana a escondidas, ojalá ella no me hubiera mentido... porque esa noche tuve que ir a reconocer el cuerpo de una chica drogada en la morgue. Había sido atropellada por un auto. Varios testigos confirmaron que ella se tiró a la autovía y un carro no pudo detenerse y la mató en el acto.
Fui a la morgue con el corazón en la mano, rezando porque no fuera ella pero cuando vi a mi niña con los ojos cerrados encima de esa mesa metálica, sentí como se me iba la vida. No me pudieron apartar de ella, yo ya no sabía si lloraba o me estaba muriendo junto con ella. Para mí había terminado todo. Estaba completamente vacío.
Ya no podré escuchar su voz... no podré darle un abrazo, no podré sentirme completo a su lado, esa confianza infinita que empiezo a echar en falta. La luz de mis días se había apagado para siempre esa noche.
Y volvía a sentirlo todo de nuevo... con más  intensidad al tener su nombre entre mis dedos.
El pasillo seguía vacío, por suerte nadie me había visto con eso. Guardé la caja en la mochila y me largué de allí. No tenía ningún motivo para quedarme allí. Necesitaba entender cómo una pulsera con el nombre de mi hermana había ido a parar al casillero de Joan.
Me trataba de ir por la cerca del campo cuando escucho que alguien me está llamando. Me volteo extrañado¿Quién...
-¡Spencer!¡ EH TÍO!-gritaba una enana rubia que distinguí por su suéter azul, esa niña debía tener de todas las tonalidades de azul. Venía corriendo, parece que no era muy aficionada de los deportes porque se le daba fatal. Cambié el peso de un pie a otro y me crucé de brazos esperándola. Cuándo llegó a mí la pobre venía con la lengua afuera. Saqué mi botella de agua y se la tendí.
-A ver niña, ¿por qué corrías?- le pregunté y esperé que se terminara la botella. Recuperó el aliento y me habló.
-Porque vengo siguiéndote desde el colegio y ya ibas cruzar la cerca- graznó Ana mientras se secaba el sudor de la frente.
-Pudiste haberme llamado- le dije rodando los ojos y reanudando mi paso.
-No tengo tu número- contestó siguiéndome.
-Vaya qué forma más original de obtener mi número - comenté. Pude percibir como ella se ponía de todos los colores- para ser pequeña eres bastante insistente cuando quieres algo. Me encerraste en un baño contigo y ahora me sigues para conseguir mi número. Me siento halagado de verdad-sonreí esperando la respuesta ofendida de ella.
-Mira pedazo de creído. No me interesas ¿te queda claro? Necesito hablar contigo del caso. Encontré algo- me paré en seco provocando que ella se diera de frente con mi espalda-¿Oye puedes avisar sabes? No quiero chocar contigo-me voltee a verla y me agache a su altura.
-Si claro y tu puedes mirar por dónde caminas así ves cuando me detengo. De todas formas ¿quién te manda a seguirme?'- le dije sonriendo con ironía.
- Me manda que tú y yo estamos juntos en esto. ¿O no quieres descubrir quién mató a Joan?- me soltó la rubia con pestañas largas frente a mí. Nuevamente tenía un punto.
-Si... pero ahora es más complicado que eso- suspiré. Ana frunció el seño.
-¿Cómo así?- me pregunta ella.
-Ven. Tengo que mostrarte algo.

Vuelvo A Ti (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora