Prólogo

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La habitación se encontraba oscura, y dos corazones latían en ella.
La conversación aumentaba en volumen conforme el sol se escondía, hasta que llegó un punto en el que ambos daban gritos que, convertidos en susurros, temían ser escuchados desde el exterior. Los celos, la ira, el sentimiento de abandono, entre otras sensaciones, se iban apoderando del cuerpo de cada uno haciendo sus palabras cada vez más hirientes al contacto con su adversario.
Del lado de la puerta se encontraba Althaia, con el corazón hecho pedazos, tratando que con cada palabra que fuera pronunciada no se quebrase su espíritu, que temía fuese manchado para siempre; Caiden era lo contrario a ella, hablando con la misma intensidad, pero con un semblante tan sereno que ni siquiera pareciese importarle lo que estaba sucediendo.
Ninguno lo admitió dadas las circunstancias, pero aunque éstas hubiesen sido otras tampoco habrían tenido el valor de decirlo en voz alta, ambos aún se querían, a pesar de las dificultades que su amor conllevase aún conservaban dentro de ellos el pequeño fuego que se encendió desde la primera vez que se vieron, de eso ya hacía dos años.

   - ¿Por qué no puedes quedarte? - Preguntó ella
- Althaia... - Respondió con un tono cansado, el silencio invadiendo la habitación, meditando sus palabras... las cuales nunca llegaron. Un suspiro fue lo que obtuvo como respuesta.
- ¿Tan difícil te es la idea de concebir un futuro a mi lado?
- No es difícil, porque sé que no lo hay
- ¿Qué? -  respondió con una lágrima cayendo por su mejilla. La primera de aquella tarde.
- Hace meses que no nos vemos, ¿Y de la nada esperas que te pida matrimonio? - Pausó - No estoy listo para casarme.
- Por supuesto que no, al menos no conmigo.
- ¿De qué estás hablando?
- Hace 7 meses fue la última vez que nos vimos, 2 semanas después decidí acompañar a Hikari al vulgo... tenía la esperanza de que aún estuvieras aquí.
- ¿A qué quieres llegar con todo esto, Althaia?
- Le dijimos a mi madre que iríamos a comprar flores secas para la sastra, cuando llegamos no había nadie.
- Althaia... - dijo tratando de interrumpirla
- Al final tuve hambre, mis padres nunca me permitirían comer fuera del castillo, pero a Hikari no le importó que pasáramos a la taberna
- ¡Althaia! - le gritó
- ¡Te ví pidiéndole matrimonio!, hincado justo frente a todos – la pelirroja se giró, tragó un poco de saliva y sus dedos recorrieron la parte inferior de sus ojos tratando de evitar que más lágrimas necias salieran de ellos

Caiden bajó la mirada, sus ojos se tornaron cristalinos. Es de humanos llorar, él lo sabía, sólo que aún no estaba listo para demostrárselo.

   - No recuerdo haberte visto ese día - respondió con la voz entrecortada.
- Iba con ropa de la servidumbre para pasar desapercibida... - susurró

El silencio se hizo presente por unos minutos, los dos tenían lágrimas contenidas y deseos reprimidos. Lo único que se podían escuchar eran sollozos, más de una vez se giraron en torno a la puerta creyendo que alguien entraría, pero nadie sabía que él estaba ahí... y nadie interrumpiría a la futura reina sin importar qué estuviera haciendo.
Finalmente Althaia fue la primera en romper el silencio, necesitaba razones para compensar sus motivos.

   - ¿Por qué ella? - Suspiró- Es una simple florista
- Es mucho más que eso y lo sabes. Planeo pasar el resto de mis días a su lado.
- ¿Y qué hay de mí? ¿De lo que vivimos? - se limpió una lágrima - ¿Acaso eso no importa?
- A tú lado no hay ningún futuro posible, ambos lo sabemos.
- Si lo hay, - tragó saliva - cómo mi consejero
- ¿A qué te refieres?
- Es un rumor poco contado, pero resulta ser verdad. Los consejeros personales de los reyes son amantes con títulos.
- Es una mala idea...
- Mis padres nunca han necesitado uno, pero mi abuela si usó el privilegio; él pasó a ser el rey cuando mi abuelo falleció, aunque todo el reino estuvo a cargo de ella hasta que mis padres se casaron y unificaron naciones.
- Arcane no es ingenuo. En el momento en el que él se entere mi cuerpo sería exhibido por toda la villa o se cortarían relaciones con mi reino, - pausó - podrías causar una guerra.
   - No lo hará
- Él te ama, tratará de evitar que...
- Eso. - interrumpió - No lo hará. Su amor es tan devoto e ingenuo que ni siquiera le importaría saber que no es correspondido. Confía en que le amaré en algún momento tanto como él a mí, - tragó saliva - ingenuo.
- ¿Y tus padres?
- No importan. Una vez que abandonen el trono los antiguos reyes no tienen permitido entrometerse en las decisiones de la nación o en la vida de los nuevos gobernantes.
- Aún así no lo haré, Althaia. Es muy arriesgado.
- Las estrellas se están alineando, - se giró en torno a él, tomándolo de las manos, suplicando - no habrá eclipses que las apaguen.

Caiden soltó sus manos y suspiró, Althaia había crecido, comenzaba a pensar de manera calculadora, como la reina que debía ser. Él no podía ofrecerle un reino, al menos no en ese momento, y a pesar de que su corazón y alma rogaban por unirse en una sola con la de ella él sabía que eso jamás sería posible.
Le acarició gentilmente la mejilla, una sonrisa dulce y suave se formó en su rostro, una lágrima brotó de su ojo derecho, y con el último pedazo de su corazón cayendo, habló.

- El barco zarpa con la luna, es nuestra despedida.
- ¿Qué? - preguntó desconcertada, no había nada entre ella y su futuro, hasta ese momento. Se detuvo un momento y pensó, tal vez otra solución resolvería esto - Puedo usar ropajes de Hikari o de cualquier otra mujer de la servidumbre y salir contigo, cuando se den cuenta de que nos hemos marchado ya será tarde y el sol ya habrá salido.
- No, ¿A dónde irías?
- A tú lado, vivir contigo como servicio en el palacio, o incluso criando animales con tu madre.
- Al momento en el que mi rey se entere de que eres una princesa fugitiva te enviaría en el primer barco de vuelta a tu hogar y yo iría al calabozo persiguiendo mi muerte.
- No, hablaríamos de nuestra historia, de nuestro amor y...
- ¡Basta Althaia! - ordenó - Mi rey no creará guerras que sabe que no va a ganar
- Resignación - murmuró

Él no respondió, agachó la cabeza y observó como ella se alejaba al otro extremo de la habitación y se sentaba a la orilla de la cama, colocando sus manos sobre el bufete, recogiendo algunos pergaminos olvidados ahí.
El constante murmullo exterior se intensificava según avanzaban las horas, Althaia tendría que pensar en una solución pronto, o alguien los descubriría y sus relaciones se verían afectadas.

- ¿Va contigo? - preguntó después de un tiempo
- Es mi prometida, por supuesto.
- Entonces es definitivo - su última lágrima cayó. Se levantó de su asiento, aplanó con sus manos las arrugas recién formadas a su vestido, se giró, colocó sus manos detrás de ella y continúo - ¿La amas tanto cómo a mí?
- Jamás amaré a nadie con la misma intensidad

Althaia daba pasos lentos, con la cabeza baja, llegó hasta donde él se encontraba y dió un suspiro. Sus ojos quedaron frente a frente, la creciente oscuridad los dejaba a la luz de las velas, su respiración se sentía tan cercana como sólo una vez lograron estar, Althaia le tomó la mandíbula con su mano derecha sin dejar de esconder la izquierda, hizo que su cara bajase hasta encontrarse a la misma altura y, cómo última pregunta, dijo.

- ¿De verdad piensas que puedes borrarme de tu pasado?
- Sé que no - respondió - pero intentaré un nuevo comienzo en tu ausencia

Althaia lo beso, de la manera más apasionada y emotiva que cualquier persona hubiese podido presenciar hasta ese momento. Después de unos momentos se separaron, ella lo abrazó y, susurrando a su oído, le contestó.

- No contradigas a tu reina

El secreto tras su mano izquierda brilló contra la luz, una preciosa daga de plata con rubíes incrustados ahora se encontraba en el pecho de Caiden, y era constantemente introducida en todo éste.
Althaia lo soltó mientras se alejaba un poco para apreciarlo mejor, él se encontraba en el suelo con sangre saliendo de él, soltó un último suspiro como presagio de su muerte; Ella le dedicó una última sonrisa, se colocó de rodillas para besarle la mejilla y cerrar sus ojos.
Su mandato acababa de comenzar.

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