11. Confort

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El Impala cruzaba la oscura y solitaria carretera con rapidez, provocando que las gotas de lluvia repiquetearan con agresividad contra el parabrisas. Los dedos de Dean se aferraban con firmeza alrededor del volante. Su mirada fija en el asfalto, pero su cabeza todavía en aquella habitación de motel de Jackson donde por fin había probado los labios de Ashley. 

El cazador no podía sacársela de la cabeza. Estaba furioso por su partida y preocupado por su estado, dándose por fin cuenta de lo que le sucedía. La marcha de la rubia le había hecho abrir los ojos. Echaba de menos su voz y como siempre tenía una contestación que le hacía enmudecer, el brillo que había descubierto en su mirada tras semanas ocultándolo detrás de un disfraz de odio e indiferencia. Incluso echaba de menos su fuerte carácter, aquel con tintes bipolares que tan molesto le había parecido en un principio.

Sentía un enorme vacío en su interior. Vacío que sólo era comparable al que había experimentado en las ocasiones en las que Sam le había faltado. No obstante, era bueno ocultando todas aquellas emociones y no iba a dejar que la batalla que estaba teniendo lugar en su interior fuera advertida por nadie. Ni siquiera por su hermano, el cual seguía intentado contactar con Ashley a través del teléfono móvil.

—No te lo va a coger. —dijo con tono monótono.

—No lo entiendo, Dean. ¿Cómo puedes estar tan tranquilo? 

—Es mayorcita, Sammy. Puede cuidar de si misma. No nos necesita. 

—Sí. Lo hace. Ashley no está bien, Dean. No después de todo por lo que ha pasado en las últimas horas. Es más, tú has sido el único que ha logrado tranquilizarla. No entiendo el poco interés que muestras ahora.

— ¿Crees que no he intentado detenerla? —bufó girando su vista para mirarlo—. Porque lo he hecho, ¿vale?

—No me lo habías dicho.

—Para qué. Está claro que no he tenido éxito.

—¿Qué te dijo? 

—Que si se quedaba nos pondría en peligro. Que íbamos a estar mejor sin ella.

El silencio reinó entre ambos durante unos segundos hasta que el menor de los Winchester lo rompió.

—Tenemos que encontrarla, Dean. —El aludido le pegó un rápido vistazo sin comprender—. ¿Recuerdas lo que nos contó sobre aquel demonio?

—¿Te refieres al hijo de puta que la torturó durante una semana?

Sam asintió con su cabeza.

—Me confesó que tenía miedo de que la volviera a encontrar. Y creo que ese es el motivo por el que se ha marchado. No quiere que nos salpique porque ya tiene suficiente sintiéndose culpable con todo lo que ha pasado con su padre.

Dean respiró hondo antes de volverlo a mirar. En ningún momento se le había pasado por la cabeza aquella razón que de repente parecía tener tanto sentido. Joder, Sam y su lógica.

El compás de los latidos de su corazón aumentó a medida que lo hacía su preocupación por Ashley. No quería siquiera pensar en la posibilidad de que hubiera decidido ir sola a por aquel demonio. Pues sabía muy bien, que en aquellos momentos, no se encontraba lo suficientemente centrada para enfrentarse a una misión de tales dimensiones.

—Puedes intentar rastrear su teléfono. ¿Verdad, Sammy?

—No creo que sea necesario. —respondió el aludido agudizando su vista hacia la carretera—. Mira.

A través de las gotas de lluvia que resbalaban por el cristal Dean fue capaz de distinguir la silueta del coche de la rubia parado a un lado del arcén. Pisó a fondo el pedal del acelerador con el objetivo de romper la distancia que los separaba con mayor rapidez y sólo aminoró la marcha para estacionar tras el Charger.

BAD COMPANY [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora