Violet Hurst - Ocho Horas Antes

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     Violet pasó su primera noche en la sala de urgencias psiquiátricas acurrucada en una camilla en un pasillo que olía a cabello sucio y a limpiador Lysol. Su cerebro todavía echaba humo, como una máquina recién apagada después de haber acelerado. Pero gracias al carbón líquido que se había tomado horas antes, se sentía más coherente, ya no le daba la sensación de que el universo fuera una repetición constante del tiempo, como un holograma.

     En la camilla de enfrente descansaba una mujer hawaiana gorda. Estaba sentada en una postura rígida, los ojos delirantes se le movían de un lado a otro.

    “Tengo una pregunta”, dijo la mujer. “¿Está bien ser yo?” En lo primero que pensó fue en la privacidad de la mujer. Supuso que estaría rezando en voz alta o teniendo una conversación seria con una voz que sólo ella escuchaba. Hizo un esfuerzo por no mirarla, así que fijó la vista en las sandalias desechables de hule espuma que había recibido tras haber llegado descalza.

     La semana pasada a esta hora, Violet se inscribía por teléfono al examen de admisión universitaria, SAT. Escribía un ensayo de literatura inglesa y decidía si ir o no a la fiesta de Halloween. Todo eso parecía haber ocurrido en una vida pasada. Hacía menos de tres horas, Violet había reencarnado como paciente de un psiquiátrico. Había traspasado tres puertas cerradas y un detector de metales. Había orinado en varios recipientes y le habían sacado sangre de los dos brazos. La habían despojado de su ropa y entregado una pijama que se negaba a permanecer abrochada en la cintura.

     La mujer hawaiana continuaba con su cantaleta inquietante. “¿Por qué no puedo ser yo?, ¿por qué soy desagradable?”.

     —Te está hablando a ti, ¿no te das cuenta? —esto provino del joven puertorriqueño en la camilla a la derecha de Violet. Estaba acostado boca abajo, tenía abierta una revista sensacionalista de supermercado entre los codos, los cuales apoyaba en la camilla. Daba la apariencia de estar arrancando las páginas de forma metódica y pegando los pedazos para crear combinaciones grotescas: la boca de Angelina Jolie con la barbilla de John Travolta y la nariz de Simon Cowell, un Frankenstein

     —¿A mí? —Violet hizo una pregunta tonta. Eran las únicas tres personas en el pasillo, además del flujo constante de celadores y enfermeras.

     —Dice ser intuitiva —continuó el hombre

     —Ah —no quería admitir que no sabía lo que significaba.

     —Nuestra amiga Oahu tiene ese don. Se siente poseída por la gente que la rodea. Siente lo que sentimos, ¿entiendes? Como en la película La invasión de los usurpadores de cuerpo.

     De pronto, la mujer se tornó acusatoria, dejó de moverse y volteó para fijar la mirada en Violet.

     —¿A ti quién te controla? —inquirió.

     Media hora después, se acordó de Oahu cuando la enfermera internista le preguntó: “¿Escuchas voces o ves cosas que los demás no?”.

     Al tiempo que la terapeuta le hacía una serie de preguntas, las cuales lanzaba como si fueran disparos, Violet lloraba sin poder contenerse, sacaba un pañuelo tras otro de la caja que había atorado entre sus rodillas cubiertas por su pijama.

     —¿Tienes antecedentes de enfermedades mentales? —le preguntó la terapeuta—. ¿Conoces tu diagnóstico clínico?

      —No. Ninguno—respondió.

     —¿Estás tomando alguna droga, ya sea legal o ilegal?

     —No —hizo una pausa—. Bueno, hoy al salir de la escuela me comí unas semillas que me dio un amigo. Semillas de una flor. ¿Glorias de la mañana?

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⏰ Última actualización: Mar 16, 2015 ⏰

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