El Laberinto de Las Rosas

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En los albores de los tiempos el reloj marcó las 3:33 de la madrugada. Un estruendo se cernía sobre aquel viejo tejado. En los jardines las rosas se estremecían al compás del viento. Mientras chispeaban gotas de lluvia sobre la grava. A lo lejos, casi indivisible, se aproximaba una silueta. No se bien que era. Pero al aproximarse, cada vez se hacía más evidente la silueta de aquella esbelta mujer.

Invitándolo a adentrarse al interior de aquella mansión y estando ya en el umbral de aquella puerta oxidada de madera corroída por el paso implacable de los siglos se detuvo; hipnotizado, taciturno, como las ánimas del purgatorio. El siguió tras sus pasos.

Al adentrarse en aquella oscura y sombría, y polvorienta mansión llena de siglos pasados, de sueños caducados, prosiguió hasta el final de aquel pasillo hasta estar tan cerca que en sus ojos vio su propio reflejo.

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