Prólogo

64 15 25
                                    

Había una vez una chica solitaria...

No. Mejor no empiezo así. Esto no es un cuento, ojalá lo fuera. Los cuentos siempre tienen finales felices, y ése no es mi caso. Así que vamos otra vez.

Mi nombre es Joy ('alegría', en español) y soy dueña del Hotel Última Estancia desde que tengo uso de razón, siempre me ha pertenecido. Bueno, siempre siempre no, era de mis padres y lo heredé luego de su muerte, cuando yo tenía siete meses de nacida. Quedé a cargo de mi madrina Noelia, una señora con carácter firme, tanto para los negocios como para sus relaciones interpersonales; bajo su mano de hierro quedó también el hotel de mis padres. Quería estar al tanto de lo que ocurría en cada habitación del lugar y hasta del más mínimo detalle de mi vida; por el contrario, yo no supe prácticamente nada sobre ella hasta que tenía un pie aquí y el otro en el cielo. Sí, siempre supe que ella iría directo al cielo, nunca hizo nada que mereciera lo contrario.

Mi madrina nunca me trató como si fuese su hija y yo no lo solicité, no obstante, no dudé jamás de que ella me amara, sólo tenía raras formas de manifestar sus sentimientos. Desde que empecé a hablar y vestirme por mí misma, alrededor de los dos años, ella instaló un pequeño escritorio al lado del suyo en el despacho y una silla en el mostrador, para que yo atendiera a los clientes si ella estaba muy ocupada. Así fue como a los cuatro años sabía escribir y las operaciones básicas de matemáticas; a los siete, usar la computadora mejor que ella; cuando cumplí 16, me dejó a cargo un mes completo, porque ‒según ella‒ «necesitaba unas vacaciones espirituales»; a los 17, me enteré sin querer de que mi madrina estaba enferma; y una semana antes de cumplir los 20 y graduarme, ella murió.

Según mi madrina, soy una persona que inspira confianza, porque soy callada y, aparentemente, sé escuchar; «si ya hasta pareces psicóloga, niña, te falta sólo el título», solía decirme a cada rato, yo sólo me reía. A duras penas me saqué un título en hotelería, ni loca estudiaba psicología.

Siempre he sido una persona con una imaginación volátil, me encantan las historias, y crearlas, más. Tomé como costumbre inventarles un futuro, presente y pasado a todas las personas que pasaron por el Última Estancia; aunque muchísimas me ahorran a veces el trabajo y se sientan a hablar conmigo para contarme lo que pasa en su día a día.

Llevo más de treinta años escuchando a las personas o inventándoles historias, tengo tantos recuerdos que empiezo a confundirlos, y ya me parece necesario plasmar algunas con mi puño y letra; más que por necesidad, es por gusto, quiero dar a conocer sus vivencias, para que otras personas sepan que si hay oscuridad, hay luz, y viceversa, que no estamos solos, y podemos salir adelante, a pesar de todo.

Por respeto a quienes me confiaron sus historias, secretos, anhelos, felicidades y temores, cambiaré sus nombres, rasgos físicos y nacionalidades, manteniendo sólo lo esencial. Y en ustedes queda imaginar cuál historia será verdadera y cuál de mi imaginación.

Last StayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora