New quest in the air

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Cuando el técnico me dijo que podría salvar el teléfono, mis hombros se relajaron hasta casi tocar el suelo. Alegre por la buena noticia, regresé a mi guarida con un objetivo en mente: hablarle a Feé y disculparme por desaparecer. Al tiempo recibió mi mensaje, pero... no estaba muy animada, por eso quise mostrarle mi apoyo incondicional y logré distraerla con las peripecias del día; eso fue suficiente para mí. No obstante, lo que le dije me hizo dudar de mi caballerosidad en el parque, porque no fue del todo educada la actitud que tomé al irme con cara de pocos amigos ―vaya novedad―, dejando intranquila y preocupada a Kinomoto. Desde el inicio ella trató de ser amable y mi devolución fue tan pobre que debería avergonzarme.

―Debes una disculpa, tonto, o seguirás siendo siempre el malo de la película ―me reprendí a mí mismo y me propuse hablar con ella ni bien tuviera la oportunidad.

El domingo se pasó veloz entre lecturas, series y un poco de Epic Fantasy, aunque estaba algo desanimado por no haber hablado más con Feé. La chica hizo caso omiso al pedido del squad de participar en una misión y no respondió mis mensajes provocativos al respecto, lo que comenzó a preocuparme un poco.

Una vez en el colegio, y sin otra alternativa más que esperar que mi hada del bosque reapareciera, busqué con la mirada a la segunda persona que ese fin de semana había estado rondando mi cabeza.

Kinomoto no era difícil de ubicar, siempre estaba riendo a viva voz, canturreando o haciendo una de sus estrafalarias y escénicas apariciones a pocos minutos de que el timbre sonara, por ello me sorprendió notarla tan tranquila, sentada sobre su banco con la mano sosteniendo lo pesada que parecía su cabeza... y demasiado temprano para su horario habitual. Su siamesa de ojos amatista brillaba por su ausencia y sus otras amigas hablaban alrededor tratando de animarla. No parecía el momento correcto para abordarla por todos los mirones...

Mascullé una maldición y di la vuelta para seguir mi camino, pero una pregunta repentina me frenó y mi ceño se arrugó: ¿por qué debía importarme lo que ellos pensaran de mí? ¡Estaba harto! No tenía que rendirle cuentas a nadie, además, no iba a acercarme con intención de molestarla, ¡todo lo contrario! Si los demás querían inventarse un cuento después sobre cualquier estupidez, pues ¡que lo hicieran! ¡A la mierda ellos y sus historias baratas!

Caminé rápido hacia ella, y mi determinación me hizo mantener esa apariencia retadora. Las amigas de Kinomoto se quedaron como estatuas vivientes al verme tan cerca de su territorio y el silencio se fue haciendo presente a nuestro alrededor. ¡Un jodido show! Tal y como pensé, mas no me acobardé.

―Kinomoto... ―Su nombre me salió bajito, pero era suficiente para atraer su atención por la escasa distancia entre ambos, aun así, ella siguió abstraída.

Fue al segundo llamado que al fin conectó su mirada con la mía; su cuerpo reaccionó cual resorte y sus ojos se abrieron como platos, desconcertada.

―¡Li! Eh... hola. ¿Cómo estás?

―Bien...

―Tu celular... ¿lo pudieron reparar?

Sus expresiones volvieron a mutar a genuina preocupación y fue entonces que recordé mi motivación.

―Sí, no fue grave. Ayer mismo me lo dieron.

―Me alegro mucho.

En el instante que sus párpados cerraron el telón, por primera vez recibí una sonrisa de alguien a quien poco conocía; una sonrisa sincera de esas que proyectaban calidez. La conmoción fue tal que enrojecí como idiota, y aunque Kinomoto mantuvo sus ojos cerrados, no era la única involucrada en la escena. Al girar el rostro, todos nuestros compañeros seguían mirándonos como si fuéramos animales de circo. La rabia estaba escalando alto en mi termómetro personal y estaba a nada de mandarlos al diablo.

New Level: RealityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora