Era una madrugada de un sábado, lo sabia porque el sol empezaba a nacer desde el horizonte hasta golpear con la cortina tinta y después colarse entre las ranuras que quedaban expuestas a esta radiación. Joan ya estaba bien despierto y sentado en el filo de la cama, tantos años de ser soldado del mundo le habían dejado bien marcado el tiempo y las estaciones, eso lo había aprendido a la perfección. Y luego el seminario le había dejado bien claro que sus hábitos de soldado seguían ahí, pues siempre estaba despierto y listo mucho antes que los demás.
Esa mañana Joan estaba pensativo, no lo sabia con exactitud pero sentía que algo ya no encajaba. Ese año había sido el más difícil de todos y no porque haya sido aquel donde volvía a enfrentarse al mundo como antes, si no porque el peligro de sus tropiezos caminaban amenazantes al aire libre; Gabrielle caminaba al aire libre.
Y ahora el sabia que por ella estaba al filo de su decisión, al filo frente a sus formadores, al filo de su vida; Joan estaba perdido.