Capitulo II - ¿Castigo o recompensa?

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 Si no hay mal que por bien no venga, ¿que bien te trajo hasta mi ? - Juan Germán Fernandez.

(Ryan)

 Legué a la escuela con mis auriculares al máximo, y que mejor que arrancar la mañana con los Guns and Roses. Mientras analizaba la cara de zombie del resto, me dirigía la sala de música con el objetivo de disculparme con la joven voz de ángel si es que mi presencia la ofendió aquel viernes. La puerta estaba abierta, y detrás de una cortina algo se movía. Decidí correrla y ver de que se trataba, cuando algo me golpeó, la cortina se enredo y todo fue un desastre. Nuevamente me había llevado por delante a la chica.

- Genial.. - No había palabra mas sarcástica para describir la situación, ella realmente usó la correcta.

- Yyo lo sisiento - Nunca antes había tartamudeado

- Lo sientes? Que haces aquí? Que quieres? - Me ahogó con preguntas, tomé coraje y contesté.

- Siento haberte interrumpido el viernes, y tirarte los tragos encima también. Tampoco quise incomodarte luego, y no busco nada contigo, solo escucharte.

Me sonrió. Mi alma sintió una liberación absoluta y la mejor respuesta que podía darle era otra sonrisa. La ayude a acomodar la cortina y levantar algunos platillos de una batería vieja que desarmamos por completo.

- Si me quieres escuchar deberías bajar el volumen a esos auriculares por que quedaras sordo.

- Son los Guns..

- And Roses, si, de lo mejor que existe no? - Me interrumpió, y me robo una sonrisa nuevamente. Asentí con la cabeza, parecía un idiota pero no me salía hablarle, por lo que prosiguió. - Soy Alice.

- Que bien, al fin se el nombre de la chica misteriosa jajaja soy Ry..

-Ryan - Amaba esto de las interrupciones, no necesitaba hablar, solo contemplarla.

 Nos reímos un rato, y quedamos en vernos luego, ya que ella debía rendir un examen de literatura. La felicidad que sentí en ese momento fue inexplicable, algo que nunca antes había sentido, como si me hubiese sacado de encima un peso que cargaba y no sabia por qué.

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 Tocó el timbre y Alice entró a rendir literatura, mientras Ryan se escapaba de Matemáticas. El decidió buscarla en el recreo. Ella solo pensaba en aprobar, si no tendría una hora en la sala de castigo, y no le agradaba mucho la idea.

(Alice)

No sabia nada, nada de nada. El examen era de dos hojas con las dos carillas escritas, Stephany tenia menos idea que yo y estaba demasiado lejos para ayudarme. Me vibró el celular, creía que Steph iba a rescatarme pero no, un numero no agendado me envió un mensaje 'Yo te ayudo, solo pasame las preguntas'. Lógicamente no era mi mejor amiga, por lo que me preocupé, y no sabia si confiar o no. Con un ojo en el teléfono y otro en el maldito profesor, pregunte quien era el emisor: 'Te sorprendería saber que soy Ryan, pero en el almuerzo te explico como conseguí tu número, ahora vayamos a lo importante'

Mi cara en ese momento era indescriptible. Ryan enviándome un mensaje de texto, ¿de dónde había sacado mi número? En fin, no dejaría pasar esa oportunidad si no fuese por el profesor que me quitó el celular. ¿Quien se ganó una hora en sala de castigo? Si, yo.

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En el horario del almuerzo Ryan buscó a Alice por todos lados, pero no la encontró. Entonces recordó que antes la había visto con una chica, la misma que le pasó su número de teléfono más tarde mientras escapaba de Matemáticas. La divisó a lo lejos, le gritó.

(Ryan)

- TUUU, LA AMIGA DE ALICE! - Todos voltearon a mirarme, salvo ella. - CHICA RUBIAAA !

- Yo ? - Ella me respondió. Fue casi como ganar la lotería.

- Alice, donde está Alice?

- Supongo que en sala de castigos.

 Corrí a sala de castigos. Entré con la frente en alto, era la primera vez que me autocastigaba. El profesor a cargo me preguntó donde había dejado mi autorización de castigo, y le dije que la arrojé a la basura, buena excusa. Hice un recorrido panorámico con la vista pero no la encontraba, hasta que a lo lejos reconocí su silueta recostada sobre el banco. Me senté al lado de ella sin que lo notara.

- Estas en hora de castigo no de siesta. - Le dije casi en modo de burla.

Levantó su cabeza asustada y notó que era yo, se ruborizó y respondió.

- ¿Ahora sí me estas burlando?

- Jajaja, creo que ahora sí.

- ¿Que haces aquí?

- Bueno, si no pude ayudarte por lo menos déjame acompañarte.

 Se quedó muda un rato corto que se hizo eterno. Entre el silencio y la mirada hay palabras que no tienen idioma, no tienen sonido, pero tienen tantos sentimientos que solo aquellos que las comparten los entienden. Quizá ese era el lenguaje del amor.

 Lo que restó de la hora nos reímos, nos retaron, nos reímos. Cuando salimos cada cual siguió su rumbo y quedamos en hablar luego. Casi que contaba los minutos para volver a hablarle, a verla.

 Llegué a mi casa, y ya me quería ir. Era todo un caos, mi vida era un caos, solo encontraba paz en ella. Quizá por eso la necesitaba cerca, no se, nunca nadie me había dado calma antes. Abrí la puerta y encontré a mi madre fumando en ropa interior, le pedí que por favor pare pero ni siquiera me oyó, no solía hacerlo. 

 Desde que mi padre se marchó no recuerdo verla sonreír de verdad, por felicidad, solo mostraba sus dientes para fingir, creía que yo creía que ella era feliz, pero esa ilusión se fue con la certeza de que Papa Noel no existe.

 Cuando tenia 6 años quien dice ser mi padre se borró, dejándonos en la ruina y llevándose el alma de mi madre consigo. Desde entonces lo que quedó de mi madre nos sacó adelante, pero su depresión con los años empeoró todo otra vez y desde hace un tiempo tengo que ganarme la vida yo, y ayudarla a ella claro. De alguna manera el alcohol y las drogas tapaban algo, de alguna manera era tan igual a él en el fondo que nunca supe amar, y a su vez tenia tanto miedo de ser como él que siempre intenté escaparme de todo, de la vida misma. A veces me sentía tan tóxico que mi intensión realmente no era lastimar al otro, si no al contrario, intentar no lastimarlo más de lo que tal vez alguien merecía.



Confesiones de un amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora