XVI

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                                                                             1

 El avión estaba a punto de aterrizar un poco antes del amanecer, miré hacia la ventanilla, el sol amenazaba con salir mientras nos acercábamos al aeropuerto. Dave dormitaba a mi lado, sin embargo, yo luché con caer dormida durante todo el vuelo, no lo había logrado, me inquietaba la idea de volver a Seattle. Habíamos pasado tantos buenos momentos en Europa, que daba nostalgia volver a lo simple y gris; aunque si la memoria no me fallaba, 1992 era un año bastante interesante, y no tan agitado.

  Volví mi vista hacia el otro lado del pasillo, Kurt también había despertado, o mejor dicho, parecía no haber dormido. Me miró con ojos cansados y llenos de angustia, señaló con la cabeza el par de asientos del fondo y yo me levanté, tratando de no molestar a Dave. Él imitó mi acción y se encaminó hacia el final, lo seguí y me senté a su lado.

  Tomó mi mano, entrelazó sus dedos con los míos, y empezó a acariciar mis nudillos; su mano era exageradamente fría, pero aún así sentía el calor y el afecto que él me provocaba. Suspiró y sonrió hacia un lado, su mirada seguía clavada en nuestro agarre.

 —Sonaré como un lunático, pero no quiero bajar de éste avión, no quiero volver a la misma rutina-. Susurró. —Ha sido la mejor gira de mi vida, no sabes cuán tolerable se ha hecho todo con tu compañía-. Sonreí.

 —¿Es ese otro cumplido?—. Bromeé y Kurt dejó escapar una risa apagada.

 —¿Debería mejorar mis métodos, cierto?—. Me miró, y sonrió. Pasaron varios segundos en silencio, que parecieron horas, hasta que el avión aterrizó, y tuvimos que levantarnos y despertar a los demás.

  Después de nueve meses fuera, volvíamos a Seattle.

                                                                             2

 Llegamos al aeropuerto y volvimos a organizarnos como lo habíamos hecho el primer día en Ámsterdam, sólo que ésta vez, Kurt se ofreció a caminar a mi lado y acompañarme. Jeff dudó por un momento, pero al final siguió la corriente, de todas maneras, iba a ser la última vez en un largo tiempo que estaríamos allí.

  Al salir, por suerte, no había una gran multitud, sólo un par de personas dispersas en el gran sendero y un fotógrafo que tomaba fotos desde una distancia razonable. Ésta vez fue mucho más fácil llegar a la camioneta - sólo unos minutos.

  Mientras nos alejábamos del lugar, Krist comenzó a hablar en un tono fatigado de voz.

 —Esperen—. Me miró. —Kate, ¿tú no has dejado tus llaves con la dueña del apartamento?—.

 —Sí—. Susurré, frunciendo mi ceño. Antes de partir, la propietaria de mi alojamiento se había comprometido a cuidar las llaves, claro estaba que ninguna de las dos teníamos idea de cúanto tiempo iba a estar fuera.

 —No creo que se despierte un sábado a las 5 A.M.—. Dijo Dave, mirando su reloj de muñeca.

 —Tengo una casa en las afueras de Seattle, podrías quedarte allí hasta volver a hablar con la dueña-. Kurt se encogió de hombros, y yo asentí. Krist alzó sus cejas, divertido.

 —Ahórrense el tiempo, y cásense de una vez por todas—. Rió, chocando su hombro con el de Dave.

  Kurt sonrió y meneó su cabeza, al verme golpear el brazo de Krist, quien fingía dolor.

Abril del '94 ●• Kurt CobainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora