Sobrenombre equivocado, error 404.

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—Pensé que no llegarías, hija de puta. ¿Dónde diablos estabas? —cuestionó la rubia mientras terminaba su bebida.

Las luces violetas se reflejaban en sus cortos mechones multicolores haciéndolos brillar.

—Fumando —murmuré apoyando mi espalda y codos en la barra.

—Mentirosa, tienes los zapatos al revés.

Miré mis tacos con desinterés, no estaba tan arruinada todavía.

—Ja, ja, muy chistosa.

Sonrió de lado y sacó su cajita de metal del bolsillo de sus jeans. La abrió sobre la barra y sacó uno de los porros ya armados.

—¿Me enciendes?

Mientras sacaba el encendedor observé a la banda sobre el escenario, todavía estaban chequeando los equipos, dentro de pocos minutos habría un gran alboroto. El tío Matt estaba hablando con la guitarrista principal, sonreí divertida.

—¿Te creías especial? —preguntó.

—Un poco, pensé que el baterista me consagraría oficialmente como una gruppie, ¿sabes? La única y diferente que consiguió el éxito.

Se rio.

—Es tu culpa por definir el éxito en un idiota que seguro vomitó tres veces en las dos horas que lleva aquí.

Me hundí de hombros.

—¿Tan mal te fue con tus padres que llegaste profunda?

Rodeó sus ojos.

—Ni me lo digas, discutir su divorcio como si fuera un objeto más de la casa es una edad que no quería tener.

Sonreía de lado y la observé con genuino interés.

—No entiendo. —Su intriga me miraba directo a los ojos. No había nada mejor que Alice en este puto mundo—. Hablo en serio... —Seguí diciendo—. Si no te quieren, puedes quedarte conmigo hasta que se olviden que tienen una hija.

—Oh, créeme, les estarías haciendo un favor. El debate por la licuadora tardó dos horas y estoy segura le tienen más aprecio que a mí.

Me tiré hacia atrás observando el techo con fastidio.

—No puedes culparlos, ya no hacen licuadoras como esa.

Su risa fue más fuerte que el estruendo de la guitarra de la pelirroja, probando los parlantes. El codo de Ali me golpeó las costillas con gracia. La miré de lado.

—Si me tiro al enrulado al final de la barra, ¿crees que me deje decirle papi? Ya sabes, por el daddy issue.

Entrecerré los ojos e intenté enfocar mis ojos en el susodichoso. Que Ali tuviera tanto flechazo por los calladitos, me perturbaba.

—Tienes un problema muy serio, ¿lo sabes? Y sí, estoy segura que por sólo un beso te dejaría vestirlo como anciano y gritarle «golpéame con ese bastón, abuelo».

Su risa fue prácticamente un grito atragantado. O quizás se estaba ahogando. Con diversión me di vuelta cuando sentí el toque en mi hombro, Ben arrastraba dos vasos grandes justo detrás de mi trasero. El brillo de sus ojos delataba que había estado escuchando la conversación. Subí una ceja permitiéndole cualquier comentario que quisiera hacer sobre el tema que nos traía a esa íntima reunión.

—Ten cuidado con la cadera, Ali. Si le saltas mucho seguro se quiebre, puedes ir presa.

Ali le tiró con la pajita de su vaso anterior antes que la retirara. Luego me tiró unas gotas a mí en el rostro.

Infierno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora