Capítulo 7

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Las semanas siguientes trascurrieron a tal velocidad que Jisung se quedó sorprendido. Cada mañana se ponía como objetivo ignorar la atracción que sentía hacia Minho y buscarle pareja. Y cada tarde se daba cuenta de que se había pasado el día observándolo disimuladamente y trabajando más de lo que lo había hecho en su vida para llevar el mismo vertiginoso ritmo de trabajo de su jefe.

Su madre lo había dejado en paz, y no había vuelto a concertarle ninguna cena más en MinSokChon. Jisung tampoco había tenido la oportunidad de hablarle del regalo de Chan. Si pudiera conseguir que le describiera a la pareja perfecta, tal vez pudiera convencerlo para que deseara a esa persona. Y entonces su tortura terminaría. Porque eso era en lo que se había convertido su misión. En una tortura.

No quería encontrar a la persona perfecta para Minho; él deseaba ser esa persona.

—No puedo seguir con esto —le informó a Kkami mientras acunaba a un bebé de ocho meses, nieto de una de las empleadas, sobre sus rodillas , miró con tristeza hacia la oficina—. Debe de haber alguien ahí fuera con quien quiera casarse.

A su lado el perro gruñó en señal de aviso mientras el bebe emitía sonidos incoherentes e intentaba ponerse de pie sobre su regazo con sus piernas regordetas.

—Lo sé, lo sé. Tiene que desearla con el corazón —Jisung acarició la sedosa pelusilla castaña de la cabeza del bebé—. ¿Pero cómo voy a conseguir que la desee, si ni siquiera quiere hablar de ello?

—¿Hablando solo, Han?

Jisung miró a Kkami con rabia.

—Podrías haberme avisado.

—¿Necesitas algo, jefe?

—Sí. En realidad, te necesito a ti —lo provocó con una sonrisa de ensueño—. En mi despacho, claro está. Y Kkami te ha avisado. Siempre gruñe cuando me paro en tu mesa.

Se volvió a mirarlo.

—Sigue molesto por lo del sofá —le explicó—. No deberías haberlo cubierto de plástico. Odia el plástico.

—¡No me digas! ¡Estoy desolado! —miró al bebe y frunció el ceño—. Eso es un bebé.

Sonrió sin poder evitarlo.

—Qué observador eres.

—¿De dónde ha salido?

—De Yeri. Bueno, para ser exactos, de su hija. Es el nieto de Yeri.

Minho apretó los labios.

—¿Y qué estás haciendo tú con él?

—Cuidándolo mientras están almorzando. Y antes de que te enfades con ella, quiero decirte que he sido yo el que me he ofrecido voluntario —se apoyó al bebé en el hombro y lo abrazó—. Qué bonito es, ¿verdad?

Minho se puso furioso.

— Han Jisung. A mi despacho, por favor.

—¿Con el bebé?

—A no ser que tu perro pueda cuidarlo —dijo en tono seco.

—Pues la verdad es que a los ángeles de la guarda se les da de maravilla cuidar niños —reconoció—. Pero no quiero dejar al pequeño —alcanzó la libreta y las gafas y lo siguió a su despacho con el bebé en brazos.

Minho cerró la puerta.

Jisung le pasó al bebé, se sentó en el sofá y abrió el cuaderno.

Minho agarró al bebé y lo sostuvo lo más separado posible de su cuerpo, como si el niño tuviera dinamita en los pañales.

Enamorado de un ángel [MinSung]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora