Caen cenizas del corazón

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En un mundo en dónde el 95% de la humanidad poseía un quirk, una habilidad única que podrías usar para el bien o para el mal. Su sueño desde niño había sido el de ser un gran héroe como All Might, pero al ser un quirkless eso no sería posible. Pero no lo tomo a mal, su madre lo apoyo y busco otras aficiones, convirtiéndose en médico forense para la policía de Japón.

Pero ahora suspiraba mientras veía los números brillantes, treinta y cuatro kilos, eso le había dicho la balanza ese día.

La semana anterior, aquel objeto le había dado otro resultado, de treinta y seis kilos.

Y, cuatro meses atrás, la balanza marcaba cuarenta y dos kilos. Ese había sido el peso que siempre había mantenido. Y aún así, en aquel tiempo sabía bien que era una persona muy delgada. Entonces, ¿Qué tan delgado podía estar ahora?

Sí seguía así, terminaría por desaparecer...

Sonrió ligeramente. Eso era lo que deseaba, desaparecer. Pero por el momento, se conformaba con envolverse entre las sábanas, en un débil esfuerzo por resguardarse del rechazo que sentía en su corazón.

Muchos sentimientos inundaban su mente, entre ellos la soledad, la tristeza, el dolor, pero sobretodo... el amor. Sí, sentía tanto amor que podría alegrar el mundo entero con él. Tanto cariño que era casi enfermizo. Pero tanta depresión, que podría oscurecer todo aquello que aún era bello dentro de él.

Pues en el exterior no quedaba nada. Piel y hueso era ahora, tan delgado que podría asustar a cualquiera. Sus ojos estaban marchitos, ya no eran aquellas esmeraldas alegres que tanto lo habían caracterizado. Habían perdido su color, tornándose en un simple verde oscuro.

Su rostro, ¿Por dónde empezar? Demacrado por el dolor y por los moretones que lo inundaban. De hecho, le costaba abrir el ojo izquierdo debido a uno de esos golpes.

Sus brazos inundados de más piel de color púrpura. Tantos golpes había recibido ya que le costaba recordar cuál había sido el primero.

No, un minuto. Claro que recordaba el primer golpe. Jamás podría olvidarlo. Estaba tan arraigado a su mente que nada podría sacarlo.

Pero, qué horrible recuerdo era ese. Triste sin lugar a dudas, y doloroso de ver.

Pues había una persona especial en su vida. Una persona por la que daría todo lo que tenía.

Una persona que amaría para siempre, sin importar las circunstancias. Su razón de vivir, de seguir respirando. La única que le daba fuerzas para seguir. Para comer aunque fuera una manzana al día, aunque al final terminara vomitándola dentro del inodoro. Para caminar aunque sus piernas imploraban no moverse. Para sonreír, en medio de un dolor insoportable y una soledad eterna. Todo esto lo hacía gracias a esa persona.

Y es que la amaba por sobre todas las cosas. Sí, era amor lo que sentía por ella. Amor puro y sincero. Estaba enamorado, y no lo ocultaba.

Quería solamente sentir los brazos de esa persona enredándose en su cintura. Y dormir así, en su abrazo. Quería que su amado alejara sus pesadillas. Quería que estuviera allí cuando lo necesitara.

El hombre al que amaba era perfecto, cabe destacar. Sí, era un hombre, al igual que él. Pero al haber amor de por medio, el género no había que tomarlo en cuenta.

Y era perfecto. Su físico tan atractivo que le quitaba el aliento a quien lo mirara. Sus cabellos rubios tan sedosos que podría pasar todo el día simplemente peinándolos con sus dedos. Y sus ojos... esos ojos tan preciosos como dos rubíes. Del rojo más bello que podía existir. Aún el fuego envidiaba ese tono carmesí.

Sorry, I love youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora