Me siento en las nubes cuando lo veo, mi corazón late demasiado rápido cuando escucho su voz, esa que resuena en mi mente, esa que me cautivo desde que la oí, cuando dijo por primera vez mi nombre. Es mucho decir que estoy enamorada, no lo puedo reconocer, no niego que cuando lo veo siento deseos de correr a abrasarlo y besas esos hermosos labios bien delineados; sueño con el momento en que de ellos salga un “te quiero” o un “me gustas”, pero no puedo atormentar a mi corazón, quien de seguro se encuentra en perfectas condiciones por él.
Duele el saber que no estoy junto a él, que nunca llegare a tomar sus manos, a acariciar su perfecto rostro y a expresarle que lo quiero y que lo veo como a un príncipe, aunque claro que eso no me avergonzaría tanto, pero él logra que sienta cosas que jamás en mi vida sentí, que piense en un futuro junto a él, o incluso que desee rozar su hermosa piel.
En secreto lo guardo en mi mente, guardo el nombre de aquel caballero que sin querer llego a conquistarme.
Sus ojos café oscuro, redondos y de largas pestañas, me derriten, su tímida sonrisa me tiene a sus pies y el sin saberlo.
Nunca podre decírselo, siempre lo veré sonreírle a otras chicas.
Me atrevería a decirle lo que siento, pero temo perderlo, no soy su amiga, una razón de mas para no decirle, ja me siento como una niña tonta pues tengo fe en una esperanza que es imposible y que no tiene posibilidades de acabar bien.
Aun así lo quiero y no creo poder dejar de quererlo, aunque a veces llega alguien mas, no deseo estar con alguien que no sea él, el culpable de mis suspiros, de mis noches de sueño y días de ensueño, ese al que siempre llamare mi gran amor platónico, el único que he tenido y el único que tendré.