El diario de Teby Thompson

Lección número uno

—Llegando tarde una vez más señorita Thompson, ya no me parece raro —dice una voz media aguda detrás del escritorio principal—. Ahora, colóquese en su lugar rápidamente que ya está distrayendo una vez más a sus compañeros.

—Si profesora —le respondo con la respiración agitada por haber subido 3 pisos—. Perdón.

—Perdón a Dios señorita Thompson —me responde sin dudarlo.

Esa es la profesora Olivia, enseña geografía. Si ustedes supieran todo lo que nos hizo hacer. Un día nos hizo aprendernos todas las rutas del país. No es mala, solo que es un poco (por no decir demasiada), exigente.

Ah, casi me olvido, yo soy Teby Thompson. Les agradezco por querer leer mi historia, o, mejor dicho, una parte de ella. Una parte de mi adolescencia, un recuerdo a ese momento en el cual estamos contentos, somos libres, pero al mismo tiempo, estamos confundidos y solos. Ahora, ponte en un espacio donde te sientas bien, relájate y disfruta mi historia. Recuerda pasar a recoger tu valija de emociones al finalizar este viaje y no volver a tropezar con un amor incorrecto, muchas gracias.

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Retomando lo que paso aquella mañana. Me puse rápidamente en mi lugar luego de escuchar a la profesora, y saqué un mapa político número cinco de América. Para serles honesta, no sabía ni que estábamos viendo. Estaba distraída con un chico, alguien que no había visto nunca en este curso. Era de una estatura mediana, pelo castaño con ojos marrones. Y no les voy a mentir, era muy lindo.

—PSS—se escucha a la izquierda de mi asiento—. ¿Estás prestando atención a la clase o al nuevo?

—Cállate— le doy un pequeño golpe—. Solo me trabe mirando a la pared.

—Claro claro—me dice en un tono sarcástico—. Si no te conociera de toda la vida te daría la razón, pero como te conozco, se perfectamente lo que estabas viendo.

Para ser sincera, tiene razón. Ella era Elord, mi mejor amiga. Es como la hermana que nunca tuve. Nos conocimos en el jardín. Desde que ella me prestó ese juguete, nos volvimos inseparables. Hemos pasado por cada etapa de nuestras vidas juntas.

—Tenes razón, pero ¿a vos no te parece lindo? —le digo.

—¡No! — casi exaltada lo dice—. ¿Cómo me va a parecer lindo alguien que no sabe combinar los colores de su outfit? Además, ya sabes que me gustan las chicas.

—Entonces, ¿qué opinas de la nueva? —le pregunto.

Se sonrojo. Y al momento en el que me iba a dar una respuesta nos interrumpe la misma voz que la de hace un rato.

—Las chicas del fondo— nos dice la profesora con una mirada penetrante—. Hay algo de lo que estén hablando que lo quieran comentar con la clase.

—No profesora, lo sentimos. No volveremos a hablar —decimos las dos al unísono.

Suerte que ya solo faltaban veinte minutos para que se terminara la tediosa clase de geografía.

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Sonó la campana. Guardo mis cosas en la mochila y la dejo sobre la silla para que no se manche.

Justo que estoy saliendo me tropiezo con algo, las desgracias siempre me persiguen.

—¿Estás bien? —se escucha una voz por detrás de mí.

—Sí, gracias —le respondo mientras me levanto lentamente pensando en quien es el tonto que dejo una mochila en el pasillo.

Para mi suerte, o no, era el chico el cual me quede observando por pocos segundos en la clase de geografía. Ahora me parece mucho más atractivo que antes.