Capítulo 11; De la mano con la soledad

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A la mañana siguiente al despertar marqué a la casa de Roxana para saber donde la velarían, me contestó su mamá:

-¿Bueno? Señora, soy Sofía, se que tal vez no es un momento oportuno pero quisiera saber donde será velada Roxy.

-Si hija, no te preocupes, si gustas pídele a tu madre que te acompañe te espero aquí en mi casa.

-Gracias señora en un rato más nos vemos.

Aún no lo creía no podía ser posible lo que estaba pasando, quería pensar que todo era un sueño, pero estaba más apegada a la realidad que nunca. Bajé al cuarto de mi madre al verme me dijo:

-¡Sofía! ¡Por Dios! ¿Qué pasa hija?

No pude más y rompí en llanto de nuevo, la abracé, con todas mis fuerzas, temblaba y lloraba como una pequeña niña, ella me sentó en el sillón y me puso una franela encima, me abrazaba y me daba besos en la frente como tratando de arrullarme, cuando por fin pude tranquilizarme le conté que Roxana había muerto durante la noche y que no tenía mucho que me acababa de enterar, así que le pedí que me acompañara.

Al llegar al funeral, mi mamá se aproximó a la madre de Roxana y la abrazó, mientras que la señora lloraba desconsoladamente, voltee a mí alrededor y vi que también estaba Luisa, Elena y Sabrina pero hicieron como si no existiera, me aproximé al ataúd, sentí un pavor el verla pero me armé de valor y la vi.

Su piel estaba blanca completamente, traía una blusa blanca que era su preferida, cada que se la ponía me expresaba el amor por su playera, los huesos del pecho se le notaban, su piel estaba completamente estirada, lloraba, lloraba tanto, que no me daba cuenta que al mismo tiempo gritaba.

-¡Roxana! Sólo han pasado 7 meses ¿Por qué me dejas así?

¿Por qué no te despediste? ¿Por qué no pediste ayuda?, regresa, te lo suplico Roxy, ¡REGRESAAA!.- Tocaba el cristal como si quisiera que ella me abriera, pero no fue así, y ya no sería así nunca.

Mi mamá me tomó por la cintura, y me abrazó, me dieron un par de calmantes, cuando desperté estaba acostada en mi cama, hacía mucho frío, noté que mi puerta estaba emparejada, bajé a buscar a mi mamá, ella me vio con mucho cariño, y volvió a abrazarme:

-¿Vas a comer?

-No, no tengo hambre. ¿Qué pasó?

-Te dio un ataque de histeria, así que la mamá de Roxana me dio unos calmantes para que te quedaras dormida y te traje a la casa.

-¿Te contó su mamá qué pasó?

-Sí, pero lo más conveniente es que no sepas.

-Dime por favor, ella era mi amiga, necesito saberlo.- Mis ojos se cristalizaron de nuevo.

-Está bien, ven siéntate.

Me acerqué y me acosté en sus piernas como si me fuera a contar un cuento, acariciaba mi cabello, ella suspiró y comenzó a hablar:

-Roxana tenía anorexia y bulimia desde que tenía 9 años, sus papás lo sabían solo que ella no quería recuperarse, entonces terminaron por internarla en un centro para chicas con esa enfermedad, la obligaron a comer y ella se negó, conoció el lugar bastante bien, así que encontró la cocina, no sé qué día se levantó y fue a buscar comida, se comió todo lo que pudo, y después fue al baño a rastras a vomitar, esto ocasionó una ruptura gástrica que le generó una hemorragia interna que le aumentó la presión sanguínea que le provocó un paro cardiaco, cuando la encontraron ya era muy tarde.

Comencé a temblar de nuevo, le dije a mi mamá que no me sentía bien, corrí a mi cuarto y le puse llave, tomaba las almohadas y gritaba, sentía un dolor atroz en el corazón, me sentía culpable de la muerte de Roxana, incluso muchas veces pensé que la podía ver.

Así pasaron tres días, sin salir de mi cuarto, mi mamá tocaba y siempre le decía que no le abriría, pasaba 1 o 2 horas hablando con la puerta, pero la puerta nunca cedió.

El día que llegó mi papá fue cuando me digné a abrir la puerta, tenía la piel muy reseca, los huesos de la cadera empezaban a notarse un poco, estaba despeinada, y con un poco de temperatura.

-Hija ¿Cómo estás?

-Mal, papi, no sé qué me pasa, regresa por favor.

-No te preocupes mi corazón mañana mismo te llevaremos a un doctor.

-¿A un doctor? Yo no iré con ningún doctor, y si sólo a eso viniste pues ya te puedes ir, no iré.

Al salir, me dijo:

-¡Sofía! No te estoy preguntando, iremos mañana a un doctor, así que por favor te paras temprano y te arreglas, si no créeme que no me importará llevarte así como estés.
Y azotó la puerta

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