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Artemis POV.

Un mes pasó desde que ambas partieron, y si bien era algo para lo que ya estaba preparada, realmente jamás se estaba preparada lo suficiente.

En estos siete años, Camila se convirtió en parte fundamental de mi vida, ya que mientras mi madre se alejaba de mí por su enfermedad, ella se acercaba compartiendo conmigo miles de historias sobre ellas en sus años de juventud. Debo reconocer que a pesar que Camila siempre contaba todo muy detalladamente, anhelaba la visión de mi madre al respecto.

Esa mañana volví a GAIA. Tenía que juntar las cosas de ambas para desocupar la habitación. Eso por lo general se hace durante la primera semana, sino el personal de la residencia junta las cosas y las embalan en cajas para dejarlas en el depósito, hasta que son retiradas. Les agradecí a mis compañeros por tener la amabilidad de no tocar nada, hasta que estuviera lista para dar el siguiente paso.

Al ingresar a la habitación pude percibir aún el aroma que ambas creaban cuando sus perfumes se combinaba. Eso junto a la luz que entraba por las ventanas me hizo sentir como si estuviera ingresando a un mundo que a penas conocía, pero del cual solo quedaban unos pocos indicios de lo que alguna vez supo ser.

Todo parecía tener sus esencias impregnadas, como si algún tipo de energía quedará en todo lo que contenían esas paredes...

Comencé por el placard. Ninguna tenía mucha ropa, así que todo entraba en un mismo lugar. Después de acomodar la ropa en maletas, a excepción de un chal que separé para llevarme, ya que Camila siempre lo usaba para abrigar a mi madre, seguí con el calzado de Camila, ya que tenía más que mi madre, aunque todo era usado por ambas. Los estaba colocando dentro de una caja, la cual estaba apoyada sobre la cama, pero debido al peso mal distribuido en su interior, la caja se cayó al piso. Al juntar los zapatos, me di cuenta que todos tenían una "l" de color blanco en su suela.

- Mamá... - Dije en voz baja y sonriendo.

Debo reconocer que me emocioné al ver que todo el calzado de Camila tenía esa "l". Sin embargo, al ver las suelas de los zapatos de mi mamá, me sorprendió ver una "C". Parece que a Camila se le pegó la misma maña.

Luego seguí con lo que había en la biblioteca. No habían muchos libros ahí, apenas unos 10, pero mis manos fueron de inmediato al que conocía de memoria: El principito.

Mi mamá solía leérmelo todas las noches cuando era chica. No fue hasta pasados unos cuantos años que logré leerlo entero sin dormirme antes. Ella lo había conservado por el valor sentimental que tenía, pero ahora, por imposible que pareciera, había aumentado dicho valor, ya que Camila se lo leía todas las noches. Instintivamente busqué mi capítulo favorito, y ahí encontré una foto de las tres, la cual nos la sacamos el día que permitieron que ambas compartieran habitación. Atrás de la misma estaba la fecha escrita, pero también decía:

"Artemis, no podemos prometer que haya un arcoíris, pero si un cofre que pueda darte fortuna, aunque sea de la más básica: La material, para que, cuando lo necesites, busques tu arcoíris.

Camz y Lolo".

Fruncí el ceño. Estaba confundida.

Me concentré tanto en leer y releer lo que estaba ahí escrito, que se me cayó el libro. Por reflejo, puse mi pie para que no llegara al piso, lo que hizo que se fuera bajo la biblioteca. Me arrodillé temiendo que alguna araña o algo peor tuviera su hogar ahí.

No hice contacto con el libro, antes de eso mi mano tocó algo de madera que no pertenecía al mueble.

Tomé ambas cosas, y descubrí que era un pequeño cofre, no más grande que el libro en su diámetro y bastante pesado. Me enamoré de lo bien hecho que estaba, de su calidad de construcción y detalles. Tenía un pequeño candado cerrado que hacía imposible abrirlo. Evidentemente ahora necesitaba encontrar la llave...

El reloj (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora