II

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— Sabes, en el siglo XVIII o... tal vez era el XIX, se creía que las mujeres no eran capaces de cometer, no se –dijo mientras cortaba una papa– actos atroces como asesinato o algo por el estilo, si alguna lo hacía, pensaban inmediatamente que era culpa de su esposo, entonces... decapitaban a su esposo o lo encerraban, dependía del crimen

— Hmmm... interesante, ¿podríamos porfavor volver a ese siglo? – dijo su madre mientras reía – oh, hijo, ya que mañana te vas, planeo limpiar tu armario, por favor hazte de lo que no quieres que tire, planeo convertirlo en un almacén para mis manualidades

— No es necesario ¿sabes? – dijo Harry nervioso – puedo limpiarlo yo cuando vuelva en acción de gracias

—Tonterías, es mi casa, mi hijo se va mañana a la universidad, déjame disfrutar un poco

Limpiar, organizar, parecían haber sido sinónimos de disfrute para su madre toda su vida, Harry nunca entendió, claro, amaba tener sus cosas organizadas, su ropa interior estaba organizada por colores, como el arcoiris, pero ahora que su madre planeaba entrar a su habitación, debía correr y esconder toda su mierda.

Entiéndase eran dos ejemplares de una revista con chicos probablemente demasiado musculosos en ropa interior y un calendario de bomberos, quien sabe de qué estado, los cuales disfrutaban de estar en grupos, semi desnudos y jugar con el agua de un hidrante.

Había esperado unos 2 años para ser normal en algún lugar, desde que descubrió que prefería a los chicos, sin embargo juraba que al estar en Florida, iba a ignorar cualquier pensamiento... desviado, como decía su madre.

Recordó vagamente al chico lindo que estaba sentado a la entrada del café cuando llegó tarde esta mañana, no tuvo oportunidad de coquetear siquiera un poco, planeaba empezar su vida y planeaba empezarla de una manera no gay.

Se iba a la universidad en un vuelo temprano, así que tendría un día entero para organizar su nueva habitación; estaba tan feliz de saber que no tendría compañero, jamás fue tan bueno haciendo amigos, solo quería adaptarse y acostumbrarse a ser un adulto.

Tuvo una crisis existencial en plena madrugada, se preguntaba sí había elegido la carrera correcta, si lograría ser exitoso, incluso planeó que en diez años una modelo iba a entrar a su galería, ella iba a estar pérdida, nada interesada en el arte y meses después se casarían.

Lo siguiente que escuchó, fue a su madre despertandolo, al final había logrado dormir unas horas

— Vamos señor artista, su vida lo espera

Anne siempre había sido una madre bastante cariñosa, pero bastante indiferente a los sentimientos de su hijo, nunca se enteró de el pánico que Harry sintió a los 15 cuando aquel chico le sonrió tiernamente en los vestidores de la escuela, ni cuando el mismo chico intento besarlo y Harry salió corriendo, llegando a un puente cerca de su casa donde se escondió y lloro confundido un par de horas.

No era una mala madre, simplemente creía que las cosas eran de la misma manera... ¿tradicional?, Harry un chico de 17, alto y apuesto, seguramente tenía montones de chicas esperando detrás de él, había besado a algunas cuántas, incluso alborota a ciertas madres.

Sin embargo, Harry era un chico tímido, jamás se sintió atraído a alguna de las chicas o madres que Anne imaginaba, le gustaban los chicos tontos, el típico chico popular que hace de todo para llamar la atención.

Trabajaba en la cafetería cada tres días en la tarde y a veces todo el día.

—Hola mi amor, ¿rompiste unos cuantos corazones? - preguntaba su madre siempre cuando regresaba del trabajo, mientras el pobre sonreía incómodo y entraba a su habitación a cuestionarse la vida.

Claramente pensaba más de lo que deseaba hacerlo.

La única chica que parecía ligeramente interesada en él era su jefa, una señora de unos sesenta, solía ir a dejarle el pedido de postres, más café o simplemente a observar y le pellizcaba el trasero a veces, le hacía cumplidos.

Terminó de empacar sus acrílicos, pinceles y unos CD 's, se despidió de su madre y de Gemma, su hermana, para que finalmente su padrastro, lo dejase en el aeropuerto.

Recordó la última vez que había subido a un avión: fue después de la boda de su madre con Robin hace tres años cuando se mudaron a Virginia. El vuelo a su nuevo destino fue tranquilo, durmió un par de horas, al llegar recogió su equipaje y tomó un autobús a la universidad.

Tenía el dormitorio 17 completamente para él, tenía dos camas pequeñas, una mesa, una tetera eléctrica y una ventana que daba a un pequeño estanque en el campus.

the city where the sun don't  setDonde viven las historias. Descúbrelo ahora