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renjun había dejado de creer que él era necesario para que sus novios sean felices; todo apuntaba para afirmar aquello:

jeno y jaemin compartían más tiempo juntos, importándoles poco si el rubio se sentía fuera de lugar. los besos que compartían eran bazofia comparado a los cortos que sus mejillas recibían en lugar de sus belfos. salían siempre y cuando la oportunidad se les presentaba, a veces sin avisarle o invitarle. cuando la noche recaía y sus compañeros estaban en los brazos de morfeo, huang solía esperar a que sus menores apareciesen por la puerta de su habitación para colarse entre sus sábanas, ayudando al chino con su insomnio ocasional.

pero el bajito estaba al tanto de que eso era cosa del pasado; en su lugar, lo único que lo acompañaba era la soledad presente. en vez de sentirse cálido, sentía sus huesos helarse. la fría tela sobre el colchón no le transmitía ningún calor; llegadas las tres de la madrugada, su cabezal comenzaba a humedecerse por las gotas saladas que salían de los preciosos orbes sin brillo en ese oscuro cuarto.

los jadeos y gemidos bajos que lograba oír partía su corazón con tanta fuerza, nada podría igualar aquello. nada podía equiparar el agrio sabor que subía por la garganta del pobre huang. y de nada servía intentar no llorar, porque el dolor que tenía arremetía contra ello y le obligaba a derramar lágrimas en silencio, donde el único testigo era la luna propia que observaba todo desde el ventanal del departamento.

jaeno solía decir que el satélite transmitía las emociones del chino y demostraba aquello con el clíma. ¿eso explicaría las lluvias torrenciales que aparecían a las altas horas?

él era ignorado. lo sabía, se notaba. sus parejas lo tomaban como un fantasma frente suyo.
antes compartían los tres el desayuno, tomados de las manos y repitiendo el gran amor que se debían; ahora sus indiferentes facultades se unían en una fría taza con cafeína insulsa en su interior, cual el bilioso se encargaba de ingerir con rapidez, sin siquiera saborearlo. el vidrio posicionado sobre la mesa resonaba cuando el cuenco de porcelana era depositado, acompañado del ruido del reloj marcando el horario del amanecer. entonces el astro compañero despedía a huang, prometiéndole volver en el momento que necesite, cuando lee y na se sumergían en su burbuja de amor, excluyendo a renjun.

"La luna también llora
al saber que nunca va
a poder tocar al lobo"

why not me ਏਓ  norenmin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora