Cap. 2 - Y llega la noche y de nuevo comprendo que te necesito

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Alicia, esa misma noche, volvió a casa: eran las 23:30 y estaba muy cansada. Se había quedado cerca de Germán hasta que él se durmió, luego se fue, despidiéndose de los médicos del turno de noche. En el camino hacia el coche parecía un autómata: se dejaba transportar por inercia, como si las piernas se moviesen solas.

En cuanto abrió la puerta del departamento, vio Comisario ahí dormido. El gato se despertó en cuanto se dio cuenta de que Alicia estaba en casa y empezó a maullar contento, rodeándola con alegría.

"Hola, Comisario" susurró ella, inclinándose para acariciarle la cabecita. Luego le dio de comer: tenía que estar muerto de hambre. Hasta del gato se había olvidado.

Se fue a ducharse y después de media hora se acostó, en seguida, sin comer nada porque no tenía hambre. Estaba tan cansada que cayó dormida en dos minutos.

El día siguiente volvió al hospital a las ocho de la mañana, después de un desayuno abundante: probablemente iba a ser su única comida del día, ya que apenas veía a su marido en esas condiciones se le cortaba el hambre. Cuando entró en la habitación de Germán, él todavía estaba dormido: los médicos le habían dicho que no durmió bien esa noche y que ahora necesitaba descansar.

"Pero qué pasó?" había preguntado Alicia, preocupada.

"Son los medicinales" explicó el médico "evidentemente su cuerpo no está acostumbrado a todo este estrés. La medicación es muy fuerte, casi insoportable."

"Ya, pero no le dais morfina?".

"Sólo cuando está despierto... si no, no hace efecto" dijo el medico con tranquilidad.

Después de media hora, Germán se despertó pero no se dio cuenta de que su mujer era con él y, pensando que estuviese solo, se dio vuelta para el otro lado.

Alicia se puso a llorar.

[Flashback]. Alicia se había quedado dormida cerca de su marido, que todavía permanecía despierto. Los días precedentes les había llegado la noticia de su embarazo y los dos habían tomado la cuestión de manera muy diferente: Germán estaba tan contento que no podía parar de pensar en eso, mientras que Alicia estaba confundida y desilusionada. Nunca quiso tener hijos y ni lo había pensado, en realidad, pero la noticia llegó tan rapido y tan inesperadamente que el tiempo para reaccionar fue muy poco, casi inexistente.

Por lo contrario, Germán siempre quiso ser padre y se notaba la naturaleza con la cual trataba a sus sobrinos - los hijos de su hermana, mientras era evidente que Alicia, por cuanto fuese exuberante a nivel de carácter, se quedaba en disparte, con el miedo de hacer algo equivocado. Los niños no eran lo suyo. Así que ella, que nunca quiso ser madre, se encontraba con un embarazo inesperado y Germán sólo esperaba que Alicia tomase una decisión definitiva. Pero esa decisión tardaba en llegar y los cónyuges discutían casi todo el rato.

Sólo cuando uno de los dos dormía, se encontraban en una situación de paz absoluta, como en ese exacto momento, cuando Germán observaba a su mujer dormir y le acariciaba la barriguita, aunque por el momento ella no tenía ni un gramo de embarazo. Estaba flaca, como siempre. Germán sonrió al pensar que, si hubiese optado por tener el bebé, en unas semanas su mujer habría empezado a engordar y se emocionó al imaginar a esa criatura, tan pequeñita y protegida en la panza de su madre.

Alicia, al percepir una mano sobre su barriga, abrió lentamente los ojos y encontró la cara de su marido frente de ella. "Mmm... Germán" susurró, acercándose a él para que la abrazase. Luego se dio cuenta y miró hacia su mano, todavía en esa posición. Germán le sonrió débilmente: su cara de buena persona siempre hacía que Alicia se derritiera por la ternura, pero no en ese momento. Se sentía bajo presión.

"Tenlo..." susurró él, volviéndose de repente serio y al mismo tiempo cariñoso. "Seamos una familia."

Alicia rodeó los ojos, poniéndose molesta. "Ya, porque el embarazo lo llevarás tú por nueve meses" dijo después, suspirando nerviosa y levantándose de la cama con energía. "No sé si quiero, Germán. Ya te lo dije: yo no quiero hijos" continuó con voz dura. Lo miraba con una cara muy seria, casi enfadada. Alicia odiaba las constricciones y no le gustaba que la gente tomara decisiones por ella.

"Y qué quieres hacer, abortar?" preguntó él, levantándose a la vez y aumentando el tono de voz. "Es un niño, Alicia, no es un juego."

"Ahora eres anti abortista, eh? Cómo el niño lo llevaré dentro yo, decido yo. Yo no quiero hijos. Y si no te gusta, buscate otra mujer" luego se fue de la habitación, dejándolo parado, y se encerró en el baño, enfadada.

Alicia no sabía que en una semana se habría convencido en tener el bebé y tampoco imaginaba los horribles que habrían sido los meses siguientes.

[Presente] Pensando en esos momentos tan cercanos pero lejanos a la vez, Alicia probaba un sentimiento de odio y de rabia hacia sí misma, mientras observaba a su marido dormir en la cama de ese maldito hospital, donde ya estaba encerrado desde hace unas semanas.

Le agarró la mano y le dio un besito suave, para no despertarlo. El marido dormía beatamente, aunque fuese lleno de medicinales: por lo menos eran los únicos momentos en los que estaba tranquilo, sin algún tipo de dolor. Por lo contrario, Alicia siempre estaba atenta cuando él dormía, como si tuviera miedo de que no se despertara nunca más.

De repente alguien llamó a la puerta: era el primario.

"Señora Alicia, puede venir un minuto? Se trata de su marido."

Es la historia de un amor como no hay otro igualDonde viven las historias. Descúbrelo ahora